Las atracciones turísticas que implican animales pueden esconder detrás un maltrato continuado hacia los mismos. Un sufrimiento que no es fácil de percibir cuando los acariciamos o nos sacamos una foto con ellos.
Paradójicamente, muchos amantes de los animales se embarcan en destinos turísticos en los que disfrutar de su compañía sin ser conscientes de que les están perjudicando.
Por eso, la nueva ley que sacó el Reino Unido el pasado 18 de septiembre es doblemente útil. Por un lado, prohíbe la venta o publicidad de este tipo de oferta turística en el extranjero, y por otro, no menos importante, contribuye a que viajeros de todo el mundo tomen conciencia del problema.
Animales que sufren sin que nos demos cuenta
En concreto, esta normativa indica que no se podrán ofrecer actividades específicas no éticas donde se mantengan animales en cautiverio o confinamiento. Tampoco si son sometidos a métodos de entrenamiento crueles y brutales, se les obliga a tomarse selfies o a ser montados, se les administran drogas o se les extirpan las garras.
Según refleja la página del gobierno, un estudio de la Unidad de Investigación en Conservación de Vida Silvestre de la Universidad de Oxford, publicado en 2015, concluyó que hasta 550.000 animales en todo el mundo sufrían por entretenimiento turístico.
A pesar de que una encuesta de 2019 realizada por World Animal Protection mostró que el 79% de los viajeros estarían dispuestos a pagar más por actividades que garantizaran el bienestar animal. Aun así, solo el 64% dijo que no viajaría con un operador turístico si supieran que promueven el uso de animales salvajes en actividades de entretenimiento.
En parte tiene cierta lógica; a primera vista no es fácil darnos cuenta del daño que se les inflige en la mayoría de los casos. Sin embargo, si lo pensamos un poco, algo perverso ocurre cuando un animal salvaje se comporta como una dulce mascota aguantando a miles de turistas cada día.
Ni paseos en elefante, ni selfies con los monos
En 2017, otro informe de la WAP ya nos avisó de que en países como Sri Lanka, Nepal, India, Laos, Camboya y Tailandia el 77 % de los elefantes utilizados en actividades turísticas vivían en condiciones de maltrato con un grado de padecimiento muy severo.
Tal como indicaron "Cuando no trabajan, los elefantes están encadenados día y noche, y no se relacionan con otros de su especie. Su dieta es pobre, no reciben atención veterinaria adecuada y, a menudo, viven en lugares estresantes, con música fuerte, junto a carreteras o turistas ruidosos".
Además, pasan horas de pie sobre superficies duras de asfalto, lo que les provoca lesiones en los pies y son domados con utensilios como el bullhook, que les causan heridas importantes.
Un elefante salvaje nunca se dejaría montar si no pasa por un doloroso proceso de domesticación. Es más, si te encuentras con uno, como ya vimos, es mejor que ni te acerques, porque te puede hacer volar unos cuantos metros de un trompazo.
Pero no es el único animal que lo pasa mal. En 2020 también publicaron un documento donde se indicaba que otras atracciones estaban causando daños irreparables y de por vida a los animales. Como los espectáculos con delfines y acariciar o hacerse fotos con cachorros, sobre todo de primates y grandes felinos.
Este último puede parecer un acto inocente, pero a menudo implica que se les retire prematuramente del cuidado de sus madres y una vez dejen de ser pequeños se les mate o se les mantenga en recintos inadecuados.
En resumen, si una empresa turística nos ofrece interactuar con un animal como si fuera un objeto o un juguete, siempre habrá algún maltrato detrás.
Sin embargo, podemos rechazar estos servicios. No hace falta que un gobierno nos lo prohíba para dejar de ser cómplices de la crueldad contra los animales. Aunque eso no resta mérito a la iniciativa de Reino Unido, ojalá sirva de ejemplo para muchos más países.
Portada | Syed Ahmad - Unsplash