La ciudad episcopal de Albi, cuna de nacimiento de Henri de Toulouse -Lautrec, es un hermoso municipio de casas de ladrillo en el que os encantará perder varios días cuando recorráis esta zona del sur de Francia.
Conocida como “la ciudad roja” por el color de sus edificios, Albi fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el año 2010. Pasear por su casco histórico es un placer, pero aunque el tiempo pase volando, no hay que perder de vista algunos puntos de obligada visita si llegáis hasta aquí.
Para empezar, su Catedral. Y es que no hay edificio que destaque más, entre todo ese conjunto de bajas casas con entramados de madera, que la gigantesca mole de estilo gótico que es la Catedral de Sainte-Cècile.
Construida entre los años 1282 y 1480 como muestra de poder de la Iglesia Católica ante la herejía cátara, la Catedral es casi tan austera por fuera como recargado su interior. Los frescos renacentistas que decoran su bóveda la convierten en una visita imprescindible para los amantes del arte.
A pocos metros, el Palacio de la Berbie puede presumir de ser uno de los antiguos de Francia, pero sobre todo, de su rico presente. Sus jardines, casi literalmente colgados del río Tarn, son una auténtica belleza; pero es que, además, su interior acoge el Museo Toulouse-Lautrec, con más de 1000 obras del genio postimpresionista, entre las que se encuentran sus retratos de prostitutas o los carteles del Moulin Rouge.
Y si lo que os gusta es recorrer lugares de la mano de sus personajes más ilustres, no podéis dejar de acercaros hasta la casa natal de afamado pintor. No es posible visitarla, pero merece la pena echar un vistazo a su fachada y, de este modo, viajar con la imaginación hasta la época en la que el joven Toulouse aún vivía aquí.
Si sois más de viajar con el estómago, justo enfrente hay un restaurante, llamado precisamente “Le Lautrec”, donde podréis degustar la mejor cocina francesa con productos frescos comprados ese mismo día en el mercado.
Y es que el mercado es otra de las visitas imprescindibles en Albi. No sólo por el edificio que lo encierra, un magnífico ejemplo de Art Noveau, sino muy especialmente por la vidilla que en él encontraréis. Como siempre digo: para tomar el pulso a una ciudad, nada mejor que visitar sus mercados.
Podéis terminar el paseo cruzando las caudalosas aguas del río Tarn sobre el Puente Viejo. Y si lo que no queréis es precisamente eso, “terminar”, podéis cruzarlo otra vez para perderos de nuevo en las callejuelas de Albi: una de las ciudades con más encanto del sur de Francia.
Imágenes | Carmen En Diario del Viajero | Francia: Ruta por los palomares del Tarn, Regiones de Francia (I), (II), (III)