Reconozco que esta entrada está basada exclusivamente en mis (malas) experiencias personales. Soy de las que van con la cámara a todos lados durante los viajes, y que tomo a mi familia de “modelos“ para cada toma interesante.
Ellos dicen que en lugar de “modelos“, se sienten “rehenes“. Es que me ha costado varias vacaciones y unas cuantas caras de… llegar a entender que lo que a mi me divierte (buscar el lugar, el momento, el ángulo y hacer varias, muchas tomas para después elegir la mejor) suele aburrir mortalmente al resto de mi familia.
Veamos que me dicta mi experiencia:
1) No es necesario fotografiar TODO. Es doloroso reconocerlo, pero es verdad. No soy una excelente fotógrafa y mi cámara es de las normalitas. Pues si voy a Paris, ¿ para qué demorar a toda la familia 1 hora haciendo fotos de la Torre Eiffel si nunca serán tan buenas como las que se consiguen libremente en la red? Para editar un album del viaje, quedará mejor con una “semi profesional” que con la mía, seguro. Y me ahorraré las quejas del resto por demorarles el paseo.
2) No intentes editar durante el viaje. Ni se te ocurra llevarte el ordenador para descargar y repasar las fotos del día cuando llegas al hotel. Te ganarás más de una cara de fastidio (como mínimo) si te ven sacando cables de la maleta. Llevate una buena colección de tarjetas de memoria, y deja la tarea para hacerlo en casa al regreso.
3) Fotografía acciones, no posiciones. ¿Has intentado mantener firmes y sonriendo a toda la familia para hacer 6 o 7 tomas “por las dudas”? Si eres de esos, tu familia te agradecerá un poco de movimiento. Deja los retratos de sonrisas forzadas y fotografía a los tuyos caminando, comiendo, riendo y hasta regañándote por no dejar de disparar. Esos momentos le darán “vida” a tu album de viaje y tu familia se reconocerá en ellas con una sonrisa, esta vez, sincera.
4)Busca los detalles al pasar. Muchas veces invertimos mucho tiempo y demoramos el paseo, para captar una panorámica maravillosa. Y se nos pasan los pequeños detalles que son característicos. Si vas disparando a medida que recorres con tu familia, ellos apenas lo notarán y te llevarás una serie de impresiones locales que imprimen caracter a un lugar. Gente sentada en la mesa de al lado, un kiosko, las ventanas o puertas de un edificio pintoresco, el paso de un tranvía o un barco.
5) Consulta con ellos. Tú te has proclamado “fotógrafo oficial de la familia”, pero escucha la opinión de los demás. O, incluso, pásale el testigo un rato a cada uno para que se despachen a gusto con lo que a ellos les interesa. Además de abonar la paz familiar, enriquecerás el famoso album del viaje con nuevas visiones.
Espero que mis consejos caseros (y adquiridos después de muchas caras largas) sirvan para que cuando alguno tome la cámara y empiece a disparar, todos disfruten por igual.
Foto | Shutterstock
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