Visitando Malasia, primeros días en Kuala Lumpur, Batú Caves y Royal Selangor
¿Quién quiere ir a ver el GP de Malasia? Con esta pregunta tan simple me encontré un domingo a las tantas de la noche en mi correo electrónico. Y como este tipo de oportunidades puede que no se presenten dos veces en la vida, la respuesta fue más o menos inmediata y afirmativa. Así empezaba uno de los viajes más interesantes que he vivido en los últimos años. Todo gracias a Visit Malasia, la campaña que lleva a cabo el ministerio de turismo del país asiático y que busca que conozcamos un poco mejor esa parte del mundo que no sale mucho en las noticias.
El plan previsto no era muy complicado, reunirnos los integrantes del grupo en el aeropuerto Charles De Gaulle de París el día 20 de octubre, para volar hasta Kuala Lumpur haciendo escala en Abu Dhabi. Solo de leer esos nombres tan exóticos ya se intuía que el viaje se salía de lo habitual. Además, como “gancho” podríamos asistir al Gran Premio Shell Advance de MotoGP que se disputó en el circuito de Sepang, muy cerca de Kuala Lumpur. La guinda del viaje la ponían dos noches en el complejo de Mutiara Taman Negara, en la selva de Taman Negara y a unos 250 km al norte de la capital de país.
El grupo que participamos en este viaje lo formábamos cinco personas. Dos periodistas franceses, Jean François Robert y Fred Bagur, Christophe Dieme, el director de marketing de Tourism Malasia en París, y dos periodistas españoles, Augusto Moreno de Carlos de la Torre y un servidor, editor de Motorpasión Moto desde hace unos cuantos años. La verdad es que hacía unos años que no viajaba en avión, y he de reconocer que las cosas han mejorado bastante desde los últimos vuelos a Londres o a Roma que había cogido a principios de los años 2000.
La peculiaridad de estos vuelos es que al ser tan largos se pierden casi dos días yendo y otros tantos volviendo, pero está todo muy estudiado para que el Jet-Lag no te afecte demasiado. Una vez que aterrizamos en el Aeropuerto Internacional de Kuala Lumpur nos encontramos con el que iba a ser nuestro guía durante todo el viaje, su nombre Sam, y entre sus muchas cualidades contaba con hablar diez idiomas, entre los que estaba el español, el inglés y el francés. Perfecto para nuestro pequeño grupo.
Lo primero que notas en cuanto pasas por la puerta del aeropuerto es que hace bastante calor, a pesar de ser de noche cerrada la temperatura rondaba los 20 grados y la humedad era altísima. Allí mismo nos subimos a la furgoneta que nos hizo de taxi durante todo el viaje y salimos en dirección hacia Kuala Lumpur, al hotel Grand Millennium que era donde nos habían reservado las habitaciones.
Día 1, Torres Petronas y Central Market
El plan para el primer día en Kuala Lumpur empezaba bien pronto, precisamente para llegar a tiempo a la visita guiada por las Torres Petronas. El complejo tiene un número limitado de visitas que acepta al día, con lo que son muy estrictos en los horarios. Conforme te acercas a las torres vas tomando conciencia de lo enormes que son. Están situadas en medio de un parque de casi siete hectáreas que incluye un buen montón de fuentes y lagos artificiales que luego nos contarían que sirven de torres de refrigeración para el agua del aire acondicionado de todo el edificio.
Como ya he dicho el horario de visitas es bastante estricto, con lo que en cuanto llegamos, nos metieron en el ascensor y nos subieron rápidamente hasta la planta 41 que es donde está la pasarela que une ambas torres y que está habilitada para los turistas. El ascensor en este tramo es bastante amplio, y como curiosidad en las paredes (que son opacas) se proyecta una imagen de lo que verías si pudieses mirar hacia la calle. Aunque no tiene nada que ver con lo que realmente ves cuando te asomas desde la pasarela.
De ahí, y tras sólo 15 minutos, te llevan a otro ascensor un poco más pequeño para llegar hasta la planta 82, la última visitable por los turistas y que está a unos 370 metros sobre el nivel de la calle. Ahora si que tienes conciencia de lo realmente alto que estás, ya que lo que se ve desde las ventanas se asemeja mucho a lo que puedes ver desde un avión cuando se acerca al aeropuerto. La ciudad casi se pierde en el horizonte con los casi 250 km cuadrados que ocupa, pero al fondo ves que está limitada por montañas que esconcen otros paisajes también muy interesantes. Tras otro cuarto de hora se acabó nuestro tiempo y volvimos al nivel de la calle. Y volvimos a nuestro periplo por la capital malaya.
La siguiente parada era Central Market, no sin antes pasar por las cercanías de la Mezquita Nacional de Malasia y por la Estación Central de trenes, dos ejemplos de la variedad arquitectónica de la capital y en general de todo el país. El siguiente paso en nuestra apretada agenda era Central Market. Como si fuera la cueva de los mil tesoros ante nosotros se abría una alucinante amalgama de puestos de mil colores, con productos de todo tipo que van desde tecnología de consumo, artesanía y algunos puestos de comida. Tras la asepsia de las Torres Petronas este Central Market es un impacto para los sentidos.
Desde ese momento hasta casi el último minuto que permanecimos en Malasia nos persiguió el incesante run-run de las compras de souvenirs y la peculiar manera de hacer negocios a base de regatear por prácticamente todo. Y eso que el cambio de moneda nos favorece ya que en ese momento estaba en cuatro ringit por euro. Pero si no regateas es imposible comprar nada.
En el primer almuerzo que hicimos en Kuala Lumpur nuestro guía nos llevó a un restaurante que fusionaba las comidas de las tres etnias presentes en el país que son la India, la china y la propia malasia. He de decir que todo estaba buenísimo, y teniendo un poco de cuidado para no caer en los condimentos diabólicamente picantes se puede comer de todo. Bueno, de todo, no, porque al ser Malasia un país mayoritariamente musulmán el cerdo no es muy habitual. Pero en ningún momento lo echas de menos. Lo que si que echas de menos son los horarios españoles, ya que el almuerzo habitualmente se tomaba a las 12 del medio día y la cena sobre las ocho de la noche. Nada que ver con nuestros usos.
Para cerrar el día nos esperaba una representación de la obra de teatro MUD, en un teatro situado en el centro de la ciudad, en la que se relata de manera muy entretenida la historia de la fundación de la ciudad. También puedes apreciar en ella la diversidad cultural y la amalgama que es Malasia.
Día 2, Batú Caves
El segundo día en Kuala Lumpur lo dedicamos a visitar Batú Caves, una suerte de complejo religioso hindú situado al norte de la ciudad. Allí nos explicaron parte de la tradición religiosa hindú y su permisividad con prácticamente cualquier símbolo religioso, o incluso con la manera de sentir esa religión en concreto. Baste decir que hay dos niveles de práctica religiosa, uno situado al nivel de la calle, en el que según nos contaron, los creyentes “mas atareados” realizaban sus ofrendas y otro nivel mucho más arriba, al que se accede por una escalinata de 272 peldaños de hormigón, en el que los creyentes con más tiempo realizan sus ofrendas.
El templo en si está en una gruta natural, y lo primero que te encuentras cuando llegas es una estatua dorada de Murugan de casi 43 metros de alto como invitándote a subir por la escalinata. Mientras subes por esos 272 peldaños te cruzas con gentes de todo tipo, creyentes o turistas, y con un buen número de monos. Al ser considerados estos, como cualquier otro animal una posible reencarnación de una persona, no se les puede hacer nada. Y los animales campan a sus anchas alimentándose de las ofrendas que se dejan en el templo y de vez en cuando robando lo que los turistas más distraídos dejan a su alcance.
La siguiente visita fue a la fábrica Royal Selangor, una fábrica de peltre establecida en 1885 por Yong Koon y que en la actualidad fabrica desde teteras hasta trofeos en ese material. Además de la interesante gira por la fábrica en la que incluso nos dejaron fabricar una especie de cenicero con nuestro nombre también pudimos observar la que está considerada por el libro Guinness de los récords como la jarra de cerveza más grande del mundo, fabricada en peltre y capaz de albergar casi 3.000 litros de cerveza. Algo curioso cuando en el país las bebidas alcohólicas están muy gravadas por impuestos, tanto que una cerveza cuesta más o menos lo mismo que en España.
Continuará...
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