Cuando soñamos con viajar, muchos nos abismamos en los atlas, o nos ponemos frente a un gran mapamundi colgado de la pared. Generalmente, estos mapas dividen los países por colores. Otros son mapas geográficos, cuyas fronteras son más difusas. Incluso existen mapas que dividen el mundo en función de su riqueza, tasa de alfabetización, idiomas hablados y otras mil variables que, también, pueden ofrecernos argumentos para escoger entre uno u otro sitio para visitar.
Lo que probablemente nunca habréis visto es un mapamundi químico.
Es decir, un mapa en el que quedan reflejados los lugares donde se han descubierto (y también donde se extraen generalmente) los elementos químicos de la tabla periódica (sí, ésa que os teníais que empollar cuando ibais a clase).
Es un mapa que seguro que hará las delicias de los que estáis estudiando Química o sois aficionados al turismo científico, pero también puede ser un aliciente para quienes van a pisar determinada tierra: al fijarse en ella, además de advertir su color, la flora y la fauna que en ella ha arraigado, también podréis imaginar que en dichas tierras existe mayor proporción de determinado elemento. Y, bien, cualquier excusa es buena para visitar un pueblo en el que nunca habríamos recalado, o una mina perdida en la que se ha escrito Historia.
Suecia
Lo primero que descubriríamos en una primera vista de este mapa químico es que, exceptuando el zinc y el platino, que se hallaron en la India y en las Américas, todos los elementos encontrados naturalmente están en puntos de Europa.Luego están los elementos más pesados que el uranio, que se han producido artificialmente en grupos de puntos en Berkeley, California. Otro grupo en Dubna, al norte de Moscú, mostraría dónde se han sintetizado algunos de los elementos radiactivos más recientes.
Así pues, centrémonos en Europa. Los puntos más “calientes” serían Londres y París (entre las dos se adjudican del orden de una docena de elementos cada una), Berlín, Ginebra y Edimburgo también tienen un papel nada desdeñable.
Sin embargo, el punto más caliente después de París y Londres está en Suecia. Concretamente son dos puntos: uno en la antigua ciudad universitaria de Uppsala y otro en la capital, Estocolmo. Y es que en Suecia se han descubierto al menos 19 elementos, más de la quinta parte de los que se hallan de forma natural. Por ello, muchos de estos elementos fueron bautizados en honor al lugar donde se encontraron (itrio, erbio, terbio e iterbio, que reciben su nombre de la mina Ytterby; holmio, de Estocolmo; escandio y tulio, de Escandinavia).
Suecia, pues, es el lugar idea para los amantes de la química, sobre todo si tenéis la oportunidad de visitar la mina Ytterby, que Hugh Aldersey-Williams describe como un lugar apasionante en su libro La tabla periódica. Allí mismo, también, nos ilustra sobre el hecho de que en Europa los elementos reciban su nombre por localidades asociadas a su descubrimiento, pero no ocurra así en los Estados Unidos, donde sucede al revés:el conocimiento químico precedió servicialmente a la expansión hacia el Oeste y a la fiebre de descubrir las riquezas de sus territorios. Las Golden Hills y los Silver Lakes (Colinas de oro y Lagos de Plata, respectivamente) de América no eran alusiones poéticas ociosas; expresaban una conexión directa con la tierra en la que los aventureros clavaban las estacas de sus tiendas, y la esperanza, ya fuera cumplida o finalmente frustrada, de que allí se encontrarían aquellos metales preciosos. Además del oro y la playa, una docena de elementos aparecen desnudos en los nombres de pueblos, desde los esperados Iron, en Missouri y Utah, Leadville, en Colorado, y Copper Center, en Alaska, hasta los francamente sorprendentes como Sulphur (Oklahoma), Cobalt (Idaho), Antomony (Utah) y Boron (California).
La traducción de los últimos pueblos enumerados, respectivamente, son: Hierro, Villaplomo, Centro de cobre, Azufre, Cobalto y Boro.
Turistas químicos
Ambos han viajado por todo el mundo buscando las localidades asociadas con el descubrimiento de cada elemento, en un proyecto de vacaciones que se ha transformado en una obsesión de diez años.
Ambos, pues, han visitado París, Berlín, Londres, Edimburgo y Copenhague, pero también lugares lóbregos como Strontian o la mina de Transilvania donde se encontró telurio por primera vez. Y es que su objetivo era el de visitar todas y cada una de las minas, laboratorios y casas de químicos que sean importantes.
El “viaje a pie de los elementos” de los Marshall parece ofrecer el perfecto matrimonio turístico de lo urbano y lo sublime, de manera que, en la ruta del galio, por ejemplo, se encuentran tanto en el Cognac de Lecoq de Boisbaudran como en las brumosas montañas de los Pirineos en las que éste obtuvo la blenda de zinc de la que extrajo el elemento. Pero, lamentablemente, como atestiguan sus registros escritos y fotográficos de esos viajes, a menudo se encuentran estos lugares sin ninguna indicación, descuidados u ocupados por construcciones.
Fotos | Wikipedia En Diario del Viajero | Kiruna, una ciudad sueca con muchas curiosidades