Cabe hacer una advertencia antes de entrar al trapo: aquí no se analizará si las guías de viajes se siguen vendiendo (que lo hacen), ni siquiera si nos gustan o constituyen un buen regalo de cumpleaños para un amigo viajero.
Lo que trataremos de dilucidar es si tales guías tienen alguna utilidad práctica destacable o sencillamente las llevamos por inercia, acumulando peso en nuestro equipaje. Sobre todo en el sentido de que las guías están confeccionadas para satisfacer un amplio espectro de público (si te gustan cosas muy determinadas, una guía no te servirá de mucho) y resultan obsoletas en muchos aspectos a los pocos días de haber salido al mercado.
Al compararse con los blogs, los foros, las redes sociales y otras aplicaciones de Internet, donde todo es más personalizable, fluido, actualizado, fresco, directo y real, entonces las guías de viajes aún resultan más fosilizadas. Sin embargo, desde sus inicios, las guías de viajes ya atrajeron las críticas. Por ejemplo, E. M. Foster, en Una habitación con vistas, señalaba que las guías dirigían a los viajeros de un lado a otro de forma casi militar, al tiempo que velaban la emoción auténtica. En definitiva, que las guías de viajes cerraban la mente en vez de abrirla.
Tales críticas, y otras, incluso se vertieron sobre las célebres guías Baedeker, que resaltaban por su fiabilidad y cantidad de datos, desarrollando por primera vez el hoy en día universal sistema de valoración por estrellas. Lo explica así Simon Garfield en su libro En el mapa:
Más grave fue cuando las guías fueron utilizadas por los nazis, que marcaron las zonas de las que habían deportado a los judíos, y la Baedeker de Gran Bretaña sirvió de plantilla para el intento deliberado de destrucción cultural por parte de Hitler en los llamados “bombardeos Baedeker”, cuando los bombarderos alemanes fueron enviados a destruir los lugares con estrellas para desmoralizar al enemigo.
Evolución hacia lo digital
Más tarde, en 1950, Arthur Frommer, un estadounidense que había servido como soldado en Europa, compiló una guía para desplazarse con poco dinero destinada a los propios soldados; y más tarde hizo lo propio para los civiles, naciendo así Europe in $5 a Day.
Lonely Planet, con sede en Australia, se dio a conocer con una guía del sudeste asiático en 1974, y las Rough Guides empezaron a cubrir Europa en 1982. Tales guías trataban de llevar a los viajeros a lugares que todavía no hubiesen masificado o estropeado otras guías, además de que te indicaba a dónde dirigirte para conocer a viajeros con ideas similares a las tuyas. En 1990, Lonely Planet cubrió todos los países del mundo.
Y justo entonces, todo empezó a devaluarse. Ningún mapa dibujado en un libro podía competir con los mapas en tiempo real de un smartphone. Toda la información ya estaba en Internet, gratis, actualizada e incluso corregida y ampliada por locales y viajeros, a modo Wikipedia (que también superó a todas las enciclopedias existentes hasta la fecha por motivos similares). De hecho, ya existe el equivalente viajero de Wikipedia: Wikitravel, un proyecto dedicado a crear una guía de viaje fiable, actualizada, completa y de contenido abierto. E incluso hay viajeros a los que podemos acompañar casi en tiempo real para viajar antes de viajar.
La gente empezó a hacer por su cuenta el proceso de investigación de lo que querían ver, sobre todo en un mundo donde viajar a cualquier sitio es más barato que nunca y puede hacerse sólo por unos pocos días, para contemplar exactamente lo que quieres, lejos de los gustos comunes y masivos que propiciaban las guías de viajes. Nunca podrán editarse más guías de viajes que sitios de Internet en pos de la diversidad de lugares y enfoques de los mismos.
A mi juicio, una persona que sabe emplear las herramientas disponibles en la Red, si continúa usando una guía de viajes, generalmente lo hará por motivos que poco o nada tienen que ver con el pragmatismo: lo hará por romanticimo, por nostalgia, o por las razones que arguyen los que aún compran vinilos cuando puedes llevar miles de canciones en el bolsillo; o los que despliegan un mapa cuando pueden ver en su smartphone como ellos mismos, en forma de punto, avanzan por una imagen satelital del mundo real, ampliable hasta el infinito, y jalonada de indicaciones e informaciones en tiempo real.
Y ¿vosotros qué opináis al respecto? ¿Creéis que las guías de viaje ya no sirven para nada salvo para llenar esos huecos emocionales? ¿O creéis que aún disponen de ventajas prácticas de las que carecen los contenidos desarrollados en Internet?
Fotos | Wikipedia