Cómo llegué a la isla paradisíaca que hay frente a Río de Janeiro
Río de Janeiro está de moda, y su popularidad se ha disparado últimamente a raíz de la celebración inminente de los Juegos Olímpicos.
Río de Janeiro es una ciudad gigante, caótica, tentacular, pantagruélica, inabarcable. Sin embargo, poca gente sabe que a pocos kilómetros de ella, mar adentro, se encuentra una isla paradisíaca donde los coches están prohibidos y, estéticamente, es el lugar más parecido a la isla de la serie Perdidos que he encontrado nunca. Su nombre es Ilha Grande.
En el siguiente vídeo podéis ver un resumen de mi viaje hasta allí, desde Barcelona. Pero llegar hasta allí requiere de algunas pistas que vale la pena tener en cuenta para hacer el viaje lo más fácil posible. No es la única forma de llegar a Ilha Grande, pero sí la que considero, después de analizar todas las opciones, como la más fácil, cómoda y barata.
El viaje
Una vez lleguéis al Aeropuerto Internacional Antônio Carlos Jobim de Río, que por cierto está en una isla, ilha do Governador, aproximadamente a 20 km del centro de la ciudad, lo que yo hice fui tomar un taxi que me llevara hasta la estación central de autobuses. Es una opción cara, pero infinitamente más cómoda que esperar un bus, y más si llegáis a horas intempestivas.
Aproximadamente unos 45 minutos después se llega a la estación central de autobuses, Rodoviária Novo Rio, Av. Francisco Bicalho, 1. A pesar de que yo tomé el taxi a las 5:45 de la mañana, el tráfico a esas horas ya era infernal. Todo está lleno de coches, y también de motos que tocan el claxon sin parar a fin de evitar se arrollados en uno de los brucos cambios de carril de los conductores brasileños (todos unos locos al volante).
Si llegáis vivos a la estación de autobuses, entonces debéis buscar, entre todos los mostradores, el dedicado a los autocares de la compañía Costa Verde (planta baja, taquilla 86 y 87) y reservar uno que se dirija o pase por Angra dos Reis. Suele salir uno cada hora, aproximadamente. En viaje en autocar dura unas dos o tres horas, dependiendo del tráfico.
La isla
En Angra dos Reis podréis reponer fuerzas. En un pueblo costero bastante grande y merece la pena recorrerlo y conocer algunos de sus rincones. Pero cuando queráis desconectar realmente del continente, dirigíos al puerto y, desde allí, tomad una de las barcazas que se dirigen a Ilha Grande. El precio es muy económico y el viaje dura aproximadamente una hora y poco (hay opciones más rápidas en lancha, pero también más caras).
Los paisajes de la isla son imposibles de transmitir mediante fotografías o vídeos, por muchos filtros que les ponga. La única manera registrar toda su belleza es estar allí y usar los propios ojos para hacerlo.
Ilha Grande son apenas tres o cuatro calles (la mayoría sin asfaltar). Los coches a motor están prohibidos: solo puedes desplazarste a pie, en bicicleta o en taxi boat. Estar allí, pues, es como vivir en otro mundo que recuerda poderosamente al videojuego Monkey Island o a Perdidos o a muchas películas en las que aparece una isla paradisíaca, como La playa.
lha Grande fue una isla presidio hasta 1994, por lo que turísticamente es un destino relativamente nuevo.
Una vez allí, traté de fundirme (sin demasiado éxito, reconozcámoslo) con el ambiente carioca. Hasta que hice con las típicas hawaianas, pero no acababa de entender cómo alguien puede considerar cómodo andar así. En resumidas cuentas, estuve allí y me lo pasé bien, pero también estuve pensando en salir de allí en algunas ocasiones. No me hagáis caso, que yo soy muy así y vosotros seguro que no.
No os perdáis las playas (tiene una costa de 130 km, aproximadamente), sobre todo Lopes Mendes, echad algún día para practicar buceo y contemplar las cristalinas aguas, y naturalmente, si sois valientes, subid hasta Pico Papagayo para contemplar toda la isla en una panorámica 360º mientras empieza a amanecer.
Si lo que os gusta es la gastronomía, dedicad alguna tarde o noche a sentaros en uno de los encantadores bares de madera que quedan junto a la playa de la capital de Ilha Grande, la Vila do Abraão, y pedíos un bol lleno de açaí, una suerte de smoothie confeccionado con una fruta tropical deliciosa que solo crece en el Amazonas. Os garantizo profunda adicción.
Imágenes | Sergio Parra