Todavía no me acostumbro a ver tantos guías turísticos en la ciudad donde vivo, Zaragoza, aunque la sensación general es que su presencia ha aumentado en todas partes. Resulta curioso que, ahora que tenemos más acceso a la información que nunca, preferimos que sea otra persona la que nos ilustre cuando estamos de viaje.
Al menos de momento, porque en Estados Unidos una empresa tiene planes para cubrir este servicio con inteligencia artificial y ya ha recaudado 1,5 millones de dólares con los que poner en marcha su proyecto.
Hay una frase, atribuida al filósofo Martin Buber, que dice: "Todos los viajes tienen destinos secretos sobre los que el viajero nada sabe". Secretos que, seguramente, un guía local sabrá desvelar. ¿Será capaz de hacerlo la IA?
Recopilar datos o descubrir un lugar
La empresa Tailbox asegura un diseño de viaje personalizado según nuestro estado de ánimo, con contenido interactivo y audio animado.
Su lema es "no más contenido genérico y monótono", pero ¿hay algo más genérico que los materiales creados por inteligencia artificial? Al fin y al cabo, se alimenta de una gran cantidad de información que ha sido generada por los humanos previamente. Y, aunque tenga la capacidad de clasificarla y ofrecerla de forma individualizada, todavía no puede decirse que sea genuina.
Es innegable que un guía de carne y hueso no es capaz de memorizar el inmenso número de historias, sugerencias y direcciones que incluirán estos asistentes. Sin embargo, es muy probable que si te recomienda las croquetas de un bar, es porque ha comprobado primero cómo saben, y no porque son las que más puntos tienen en TripAdvisor o en las reseñas de Google.
No obstante, la inteligencia artificial también tiene múltiples ventajas. Permite explorar cada destino al propio ritmo, cuenta con todos los datos existentes (si no se inventa nada, que también podría ocurrir), personaliza la ruta, es multilingüe y está disponible las 24 horas, todos los días de la semana.
En definitiva, gracias a la IA será mucho más fácil disfrutar de un recorrido "a la carta" que cumpla con nuestras expectativas. Esto me recuerda a otra cita, esta vez de G. K. Chesterton: "El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que ha venido a ver". La IA parece perfecta para cumplir con lo que espera encontrar un turista.
Pero es pronto para asegurarlo. De momento estoy apuntada en su web para testarla, en cuanto esté disponible. Aun así no puedo evitar pensar en que, como ha pasado con tantos otros avances tecnológicos, ganaremos en unas cosas y perderemos en otras.
Lo que la IA no podrá sustituir
Hay momentos para viajar por libre, y otros en los que es más recomendable hacerlo con un guía. Y no solo por los datos que nos pueda facilitar.
Por ejemplo, cuando visitamos en solitario un país que presenta algo de riesgo. La IA podrá avisarnos por qué calles es mejor no ir, pero un guía además nos protegerá con su presencia o nos acompañará para que no nos perdamos.
Más cosas que no se pueden reemplazar: el sentido del humor, las anécdotas vividas en primera persona, el conocimiento de lo cotidiano, la capacidad de improvisación, la simpatía, el contacto directo con el resto de locales, la oportunidad de conocer a alguien fantástico…
Además, al igual que los algoritmos de recomendación, si la IA ve que algo nos gusta, tenderá a ofrecernos más de lo mismo, una y otra vez, adaptando los lugares a nuestras preferencias.
Esto suena cómodo, pero un poco aburrido. Cuántas cosas maravillosas me habría perdido en los viajes si otras personas o situaciones no me hubieran sacado de lo que yo creía que era mi plan ideal.
Tailbox promete una experiencia llena de sorpresas y aventuras, pero ¿cómo podrá serlo si renunciamos a la incertidumbre? No nos va a quedar más remedio que averiguarlo.
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