Recientemente llevé a cabo un viaje relámpago a Oporto. Sólo estuve 24 horas, así que me dio tiempo justo de hacer tres o cuatro cosas típicas, como recorrer el río Duero, probar el bacalao, y callejear por el casco antiguo. También me maravillé con el gigantesco puente de hierro que cruzaba el río que recordaba a la Torre Eiffel tumbada: el puente Don Luis I.
Sin embargo, lo que más especial que me traigo de Oporto es el sabor de unos pastelitos de crema, y la frase del poeta Fernando Pessoa: “mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.”
El lugar se llama Nata. Es una cadena. También podéis encontrar un Nata en Lisboa, por ejemplo. El café es delicioso, baratísimo. El ambiente, agradable. El mobiliario, moderno. Y siempre que pides cualquier cosa, te traen un salvamanteles como el que os he puesto en la fotografía, con la frase de marras de Pessoa.
Lo más característico de Nata, sin embargo, son sus pastelitos típicamente portugueses. Prácticamente sólo venden eso. Y cada unidad cuesta un euro. ¿Puede una cafetería tener éxito simplemente vendiendo un tipo de pasta? Sí, lo tiene. Y razones no le faltan: si viviera en Oporto (y no le tuviera mucho miedo a los triglicéridos y los accidentes coronarios), sin duda me tomaría cada tarde un café en Nata acompañado de uno (o dos) de sus deliciosos pastelitos.
En serio. Son buenísimos. Aún salivo cuando lo recuerdo. Su crema sabe a pecaminoso. Todo el establecimiento huele a esos pastelitos. Cada cierto tiempo, los empleados sacan una nueva remesa de pastelitos del gran horno. Si te gustan mucho, te los venden en cajas para que los puedas saborear en casa.
Los pasteles de Belém son una de las especialidades más características de la cocina portuguesa. Genéricamente reciben el nombre de pastéis de nata (pasteles de nata). Son tortitas de crema, de unos 8 centímetros de diámetro, cuya receta original no ha sido desvelada en casi doscientos años y que, supuestamente, sólo conoce unas pocas personas. Una leyenda como lo de la receta secreta de Coca-Cola.
Los pasteles de Belém son muy populares en China, donde llegaron en los tiempos en los que la ciudad de Macao era una colonia portuguesa. En chino, los pasteles de Belém han sido llamados "dan ta", y hasta McDonalds lo incluyó dentro de su oferta de postres.
No exagero, de verdad. Si viajáis a Portugal no os podéis perder una pequeña visita a Nata (o, al menos, probar los pasteles de Belem en cualquier otro establecimiento), que lo tenéis en Rua Santa Catarina, 499. Cuando fui decidí llevarme de recuerdo su salvamanteles, que ahora decora una de las paredes de mi despacho. Así me acuerdo siempre del sabor de esos patelitos. Y le doy la razón cada día a la frase de Pessoa: mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
Fotos | Wikipedia | Sergio Parra En Diario del viajero | De paseo por Oporto | Descubriendo Oporto: cómo llegar