Las distancias entre los países bálticos son relativamente pequeñas. Para hacernos una idea, el punto más al norte (Tallinn, la capital de Estonia) dista del punto más al sur (Vilnius, la capital lituana) 600 kilómetros y realizando una diagonal de noreste (Narva) a suroeste (Klaipeda) sólo existen 745 kilómetros de distancia. Apenas hay montañas; la más alta el Suur Munamagi en Estonia con 318 metros.
Hay una buena conexión de autobuses que permiten realizar viajes diarios o incluso nocturnos con Ecolines o Eurolines para escapadas más largas (de Riga a Vilnius por ejemplo). Esto permite que podamos confiar en autobuses y visitar en un mismo día incluso un par de lugares.
Por otro lado los países bálticos cuentan con una red ferroviaria que enlaza distintas ciudades aunque las frecuencias son menores y acostumbran a ser terriblemente lentos.
A nivel general, si vuestra intención es visitar las principales ciudades y escaparos esporádicamente por algún pueblo del interior, con la estructura de autocares que tienen los tres países en su haber tenéis de sobra. Sólo una advertencia, si queréis visitar zonas más alejadas de lo humano como el parque natural de Lahemaa o el de Haanja por ejemplo, deberéis hacer malabares para combinar autobuses locales, controlar donde están -si existen- los hostales y para colmo podéis encontraros con la fatalidad que en ese pueblo no existe ni existirá un restaurante, bar, café o algo parecido donde llenar el estómago.
Para movernos por parques naturales o zonas verdes del interior es ideal alquilar un coche o incluso una bicicleta. Sinceramente las carreteras no están mal del todo y al ser países con escasos desniveles, cruzarlos en bicicleta es una posibilidad más que certera para los que estén en buena forma.