Al llegar a Edimburgo, la primera parada fue buscar las oficinas de los rent-a-cars. Fue un poco estresante, porque el "car rental center" es un edificio casi en las afueras del aeropuerto, que concentra todas las oficinas de las diferentes compañías. Habíamos reservado un Corsa o similar a través de una oferta de Holiday Cars, y salió muy económico.
Finalmente fue un similar Peugeot 308. Aquí lo normal es que te entreguen el depósito lleno, te lo cobren, y tienes que devolver el coche lo más seco posible. Resulta algo incómodo, y al final siempre les dejas algo de combustible de regalo. Era noche cerrada y tocaba llegar al alojamiento.
Elegimos Redcraig, un Bed&Breakfast cerca del aeropuerto, en un camino rural asfaltado. Muy bonito y acogedor, regentado por una familia muy habladora y agradable. Nada de salidas nocturnas, que la semana era muy larga.
Aunque nuestra visita a la capital de Escocia estaba prevista para el último día, a primera hora teníamos que dirigirnos al Castillo de Edimburgo a recoger nuestros pases turísticos. Aunque se compran online, el que habíamos elegido (Homecoming Pass) sólo puede recogerse aquí, en Stirling, en Glasgow o en Urquhart. Nos hizo perder mucho tiempo llegar allí, recogerlo y volver a la ruta, pero no nos quedaba otra.
La primera visita no estaba entre las que teníamos marcadas, y fue una sorpresa: Dunfermline Abbey & Palace. Resulta que en esta preciosa iglesia se encuentra la tumba del Rey Robert the Bruce, cuya ambición por lograr el trono de Escocia hizo que traicionara a William Wallace, al que se le puso por delante y a otros más que pasaban por allí.
Junto a la iglesia, pueden visitarse las ruinas de la abadía, rodeadas de parques, y que forman una preciosa estampa. No hay aparcamientos, pero sí zona azul, y en 30-60 minutos la ves de sobra, pues no hay muchos visitantes. Primera parada descubierta gracias al pase, y certeza de haber acertado en comprarlo.
Después nos dirigimos a Lochleven Castle. Se trata de un pequeño castillo situado en un islote en mitad del Loch Leven. Se puede llegar en una pequeña barca (incluida en el precio) desde el puerto de Kinross, el pueblo junto al lago, pero por desgracia ya íbamos mal de tiempo y tuvimos que renunciar a visitarlo por dentro.
A continuación fuimos a Elcho Castle. Se encuentra algo apartado, pero merece la pena visitarlo. Es un castillo perfectamente conservado, y puede recorrerse en su totalidad, incluso se puede pasear por el tejado. Aquí vimos el primer ejemplo de la mentalidad escocesa, tan diferente a la nuestra: había un buzón donde pagar la entrada, si en ese momento el encargado no estaba por allí.
De ahí a la primera de las programadas, Scone Palace, lugar de coronación de los Reyes de Escocia, y sitio reuniones oficiales de Escocia. Las ceremonias de coronación se llevaban a cabo junto a la Piedra de Scone, actualmente en el Castillo de Edimburgo junto a las Joyas de la Corona de Escocia.
Se trata de un lugar abarrotado de turistas, que suelen quedarse incluso a comer en los impresionantes jardines. El palacio en sí no es demasiado suntuoso ni llamativo, y como nosotros íbamos a la caza del castillo, aunque fuera visita obligada no fue nuestra preferida. Ah, si te dan miedo los pavos reales que campan por sus anchas por los jardines, habla con el guardia: a nosotros nos abrieron el acceso por el foso y pudimos aparcar en la misma puerta del palacio.
El siguiente objetivo era Glamis Castle. Teníamos dos horas y media de margen, así que añadimos una visita antes: St. Andrews. Si eres aficionado al golf el nombre lo conocerás de sobra, pues fue en el Royal and Ancient Golf Club of St. Andrews donde nació este deporte. Muchos son los que peregrinan hasta aquí para jugar en sus 18 míticos hoyos...
...pero no es nuestro caso. Nuestro destino fue la Catedral de St. Andrews, o más bien sus restos. Resulta impresionante ver cómo se mantiene en pié la portada, casi sin apoyos. Cubre un área enorme, y tuvo que ser realmente impresionante. Aquí descubrimos una primera curiosidad: en los sitios históricos en ruinas, el césped lo cubre todo.
De camino a Glamis Castle pasamos por Dundee, una ciudad industrial bastante fea. Por desgracia, parece que llegamos a la hora de salida del trabajo, y pillamos una caravana de más de media hora... y llegamos tarde para la visita. Resulta que aunque cierra a las seis (tal como decía el folleto), la última entrada es a las 16:30. Una pena, pero aprendimos otra lección: no vale con saber la hora de cierre.
Para colmo, nos pillaba demasiado lejos de Aberdeen como para incluirlo en la ruta del día siguiente. También llegamos tarde para ver Dunnottar Castle, pero ese sí que podíamos visitarlo en la segunda etapa, que era algo más relajada que la primera. Así que nos dirigimos al Bed&Breakfast, Abbottswell Guest House. De nuevo fue un gran acierto.
Y tras un descanso y una ducha, a visitar Aberdeen y buscar un pub donde degustar ternera del condado de Angus, una de las más renombradas del mundo. Esta ciudad es desde donde parten los barcos hacia las plataformas petrolíferas del Mar del Norte, y por eso la llaman la Capital del Petróleo. Justo se celebraba un congreso internacional sobre el oro negro, así que menos mal que reservamos el alojamiento desde España.
Curiosamente, no dimos con ni un sólo pub decente en la calle principal, y terminamos probando un restaurante italiano. Otro acierto, porque Aberdeen posee una importantísima comunidad italiana. Jamás habíamos probado un restaurante italiano tan excelente, ni siquiera en la misma Italia. Curioso... bueno, ya tendríamos más días para degustar los placeres culinarios de Escocia.
La siguiente misión, de Aberdeen a Inverness, capital de las Highlands.
En Diario del Viajero | Especial Rincones Frikis de Escocia En Fuera de Límites | Club de Golf de St. Andrews