Los trayectos en tren son largos y cansados en Polonia. A veces compensa -o casi es obligado para el cuerpo- hacer un alto en el camino entre destino y destino.
Poznan es una ciudad poco conocida y está a camino entre Cracovia, Varsovia, Gdansk e incluso puede abrirnos la puerta a Alemania con Berlín a no mucha distancia.
Un simple vistazo a las calles de Poznan y se observa que la ciudad, la sexta más grande de Polonia, no está todavía preparada para el turismo. Apenas existen hostales y los hoteles están casi únicamente preparados para hombres y mujeres de negocios.
Tras vueltas y vueltas por el centro, preguntando e incluso llamando a posibles casas de estudiantes, sólo pude encontrar hoteles de tres estrellas que van a unos 50 euros la individual y unos 80 la doble los más baratos. Sin embargo, unos 20 minutos del centro y al lado de la estación de trenes sí podéis encontrar hoteles más asequibles. Lo supe más tarde.
Lo principal de Poznan es pasearse por su preciosa plaza del viejo mercado y alrededores. Es una auténtica maravilla donde cada fachada compite para ver cuál está mejor pintada. Alrededor de la plaza encontraréis las mayores atracciones de la ciudad a excepción de la catedral que se encuentra un kilómetro al este. El colegio Jesuita, la iglesia de San Estanislao, con un intrincado barroco en su interior, el museo arqueológico son algunos de los interesantes edificios que visitar. Poznan es una ciudad moderna y es interesante verla ahora que no hay turismo, a excepción de ejecutivos, especuladores y la interminable procesión de bancos que se apiñan por sus calles.
Cuando uno pasea por el centro de Poznan le da la sensación que la belleza de su centro histórico va a encontrar una nueva pincelada para convertirse en visita obligada entre Berlín, Cracovia y Varsovia. De hecho tiene todos los números para serlo. En la ciudad habita un gran número de estudiantes, se la ve joven, con vida y goza de un casco antiguo para la foto perfecta. Sólo es cuestión de tiempo.
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