Llegar al aeropuerto de Lumbarda, en el extremo este de la isla de Korcula, es aproximarse a un pequeño rincón donde la playa y el encanto de sus pueblos se dan la mano. Uno de esos lugares donde todo parece estar cerca, para que nada perturbe tus días al sol disfrutando del azul profundo, los paisajes, la comida, los paseos por calles de piedra.
Si el idioma puede ser una barrera (el croata es difícil de comprender) aquí no tendrás ningún problema. La isla acoge a muchos alemanes, italianos, británicos, por lo que sin esfuerzo te comunicarás en cualquiera de estas lenguas.
Por las tardes, Korcula abre sus manos al visitante y le ofrece todo tipo de actividades. Desde juegos en la playa, hasta paseos en barco por sus recortadas costas. En el puerto, los viernes se hacen subastas populares, paseos de pesca y fiestas gastronómicas donde el pescado y el marisco fresco son los protagonistas. Y si te van las aventuras acuáticas, en Kórcula encontrarás algunos de los mejores paisajes submarinos para paracticar las distintas variantes del buceo.
El 16 de agosto las campanas de la iglesia suenan más de lo acostumbrado (lo hacen cada día para llamar a misa a las 8 hs). Es el gran día de la ciudad de Lumbarga, es el Día de San Roque, su patrono, y la procesión se pasea por todo el pueblo llevando su imagen. Y una vez de vuelta a la iglesia, locales y turistas se emplean en festejar en cada mesa con lo mejor de la tierra: olivas, jamones, quesos de cabra y buen vino.
La comida no será problema. La dieta mediterránea reina y la influencia italiana es palpable. Pizzas y helados (de los mejores en Croacia), son algunas de las opciones más conocidas. Pero anímate a la cocina local, no te defraudará. No te vuelvas a casa sin probar la smokvenjak, una deliciosa tarta de higos.
Fotos | Croatia.uk