Tallinn era uno de los tesoros mejor guardados de Europa. Aunque la belleza de sus calles medievales, el estilo art noveau en sus fachadas, el empedrado de sus calles repletas de cafés; (que nada tienen que envidiar de París) aunque todo eso ya no sea un secreto y nos encontramos un elevado número de turistas y precios más elevados de lo común en un país en desarrollo, merece la pena visitar Tallinn e incluso volver.
La plaza Raokoja es el núcleo central del casco antiguo y sus arterias desparraman un espíritu vibrante y festivo. Es una de aquellas plazas que a primera vista parece no ser de verdad sino un mero decorado de fachadas medievales y barrocas que mañana moverán de sitio porque el turista ya se ha ido. Sin embargo, en ese halo de "falsa" belleza se respira la autenticidad de siglos como pocas plazas son capaces de transmitir (como la plaza de Wenceslao en Praga, la del Obradoiro en Santiago, el Duomo en Florencia, la de san Marcos en Venecia y pocas más)
Da gusto pasearse sin rumbo por el casco antiguo de la capital de Estonia, por Trompea desde donde se tienen vistas excelentes de la ciudad y por sus jardines adyacentes.
Cuando llega la noche la ciudad se transforma y, a tenor de alguna despedida de solteros masiva de ingleses (tan de moda en los países bálticos), el espectáculo, el buen humor y sin duda la buena vista femenina, deja a más de uno sin aliento.
Lo más barato que encontrareis en la ciudad es compartir el único dormitorio existente en el Old Town Hostel por unos 13 euros. Eso si pensáis ir de marcha y no os importa demasiado el confort. En la misma calle hay un par o tres de hostales donde por un par o tres de euros más encontrareis algo más tranquilo.