Parece que una gran parte de ingleses que llegaban a las islas y costas españolas para montar sus locas despedidas de solteros están ahora mudándose a lugares más baratos. Personalmente me los he encontrado en Letonia, Estonia, Lituania, Polonia, Malta y Praga en los últimos años.
La buena comunicación bajo coste de la que gozan con el resto del continente es incomparable y su renta per cápita todavía más. Eso significa que el mundo está abierto totalmente a su antojo y el sueldo mínimo anglosaxón puede tranquilamente permitirse una semanita de vacaciones por un país del este y cargar en la visa hasta mil euros en cervezas sin problemas.
Está bien que la gente se desplace por el globo y monte sus fiestecitas pero algunos ultrapasan los límites y como siempre acaban pagando justos por pecadores. Ni los ingleses son todos unos borrachos, ni los alemanes unos cabezudos, ni los españoles unos perezosos, ni las portuguesas peludas. Eso lo tenemos todos claros, o eso espero.
A esos a los que nos referimos en este artículo, en Ibiza ya los conocen bien. También en Las Canarias, Lloret, Alicante y otros tantos sitios del litoral español. Los tiempos van cambiando y ahora es el turno de Riga, Praga, Tallinn y Vilnius. En estas ciudades emergentes están viendo por primera vez cómo grupos ingentes de energúmenos en faldas y sin paños menores se emborrachan como posesos por sus calles u otros andan buscando turismo sexual en cualquier esquina de Riga, Praga o Tallinn.
El Ministerio de Asuntos Exteriores británico mostraba la semana pasada una estadística donde la República Checa anunciaba que la proporción de británicos que requieren asistencia de su propio consulado es alarmante en comparación con otros países. Los incidentes van desde pasaportes robados a hospitalizaciones e incluso arrestos.
Un testimonio del mismo consulado inglés en Praga describía a un ciudadano británico llegar al consulado vestido únicamente con una sábana blanca y con un estado tal de embriaguez que no recordaba que le había ocurrido ni la razón por la que había acudido al consulado. Sobran comentarios.
Vía | The Guardian