Ver amanecer sobre la Piazza San Marco desde la cubierta de un crucero en la Laguna de Venecia, debe ser una experiencia inolvidable. Una visión tan hermosa que debe cortar el aliento... si no entrañara grandes peligros para el propio patrimonio que estamos admirando.
La ciudad de Venecia y la industria de los grandes cruceros de pasajeros viven una relación tensa desde hace años. Se presenta el problema de definir hasta dónde le interesa a la Serenissima los ingresos que dejan estos viajeros de lujo.
¿Compensa el daño posible que el movimiento de estos grandes barcos por la Laguna puede causar al propio patrimonio que es el mayor producto turístico de la ciudad?
La ciudad ha puesto en marcha hace años un programa de que premia las prácticas de sostenibilidad de las empresas de cruceros en sus aguas. Pero eso no alcanza.
El pasado mes de enero y siguiendo normativas del año pasado, ya se ha restringido un 20% el tráfico de buques medianos, y para finales de este año se preveía la prohibición total de tráfico de los grandes cruceros de pasajeros en la Laguna de Venecia.
En este momento los grandes barcos atracan en la Isla del Tronchetto (ver en el mapa) para lo cual deben entrar en la laguna y atravesar el Gran Canal (o rodear la Isla de la Giudecca) hasta llegar a puerto.
Y es este trayecto el que podría afectar a los edificios por el movimiento de agua que ocasiona el paso de esas grandes naves, además de las posibilidades de vertidos en un lugar donde la renovación de las aguas es muy lenta.
Sin embargo, como "no está probado el daño que se causa a los edificios de Venecia" un juzgado ha paralizado esta prohibición y los cruceros podrán seguir entrando a la Laguna y en algunos casos hasta navegar por sus canales.
El alcalde de la ciudad ha propuesto que los barcos hicieran escala en el cercano Porto Marghera, un suburbio industrial en la misma provincia. Pero claro, esto les quitaría el gran valor diferencial (por lo que cobran lo que cobran en los cruceros de lujo) de entrar a Venecia misma, tener a la perla del Adriático al alcance de la mano.
Por ejemplo: sólo un par de empresas de cruceros llegan directamente al Puerto de Mónaco, mientras la mayoría lo hace al cercano Puerto de Villefranche, y desde allí los viajeros se trasladan en autobús o tren al Principado. Por supuesto, ambos llegan a "la Costa Azul", pero sólo unos pocos tendrán el valor de exclusividad de llegar hasta el propio Port Hercule de Mónaco.
Otra de las propuestas ha sido la de construir un puerto flotante fuera de la laguna, en las aguas del Adriático. Sería algo así como una terminal de cruceros flotante sólo para que los barcos atracaran y desde allí se trasladaría a los cruceristas a tierra en embarcaciones mas pequeñas.
Este proyecto también debería tener un estudio del impacto (ya sabemos los problemas de la laguna con las mareas del Adriático y las enormes obras de infraestructura que se están haciendo para prevenirlos). Pero sobre todo, en los tiempos que vivimos, es una enorme inversión que habría que ver quién encara.
De una u otra forma, el conflicto de intereses entre la potente industria de los cruceros, y la comuna de Venecia que debe preservar su verdadero motor turístico (su patrimonio monumental), promete tener mas de un capítulo en el futuro, en los que las decisiones legales y las sospechas de "parcialidad" (por decirlo de alguna forma), no estarán ausentes.
Foto | Martin Wippel y efilpera En Diario del Viajero | Acqua Alta en Venecia