Comienza aquí el Diario de a bordo de un crucero de cinco días por el Mediterráneo. Esta Semana Santa me he embarcado en mi primer crucero, que me dejó algunas sorpresas y reflexiones varias. Un viaje que llegó casi de repente, precipitadamente, con cambios de última hora y algún problemilla para subir al barco.
Pero finalmente, logramos acceder al Grand Celebration y esta es la primera parte del diario de a bordo de un minicrucero por el Mediterráneo. Haremos unas pocas escalas saliendo desde Valencia, pasando por Marsella, Ajaccio, Ibiza y de vuelta a la península.
Miércoles 20 de abril. El barco llega desde Almería, allí embarcaron el día anterior algunos pasajeros. Al llegar al buque los veías entrar sin equipaje, relajados después de dar una vuelta por la ciudad del Turia y conociendo ya este barco que ahora empezamos a descubrir nosotros.
Hace un día estupendo, el mar está tranquilo (ya me he preocupado de mirar el estado marítimo para estos días) y zarpamos de Valencia cuando acabamos de pisar el camarote, descubriendo ese pequeño espacio que nos iba a acoger durante cinco días escasos.
Nada especial, una gran cama-litera adosada a la pared y desplegable, una ventana (no me hubiera importado que fuera interior, pero era lo que quedaba y, en el fondo, lo agradecía), baño con ducha (¿por qué me imaginaba que habría bañera?), televisión con dos películas en bucle cada día y algunas cadenas europeas...
Nos acoplamos al camarote, colocamos la cuna para el bebé y la maleta para conseguir movernos por él sin darnos porrazos a cada paso, y llega la hora de conocer el barco.
El Grand Celebration
El Grand Celebration es un barco de 1987, aunque recientemente reformado, en 1997, y parece nuevo. Tiene capacidad para 1896 pasajeros (me pareció escuchar en alguna ocasión que íbamos unos 1200) y 670 tripulantes (también escuché que había menos de lo que se necesitaba para atender correctamente a los pasajeros). Con 223,30 metros de eslora y 28'20 de manga, es un barco de tamaño medio, con 12 alturas aunque no todas de camarotes.
La mayor parte de las zonas públicas están en las cubiertas superiores, mientras que los camarotes se ubican en las cubiertas 4 a 7, excepto las suites, que están en una situación privilegiada, en la proa de la cubierta 11.
La cubierta mas alta del barco es la 12, formada por un solarium en proa que dispone de un jacuzzi. Desde aquí las mejores vistas del mar y de las zonas exteriores del barco, con sus piscinas vacías casi en todo momento: todavía hace fresquito para disfrutarlas y no había problema para tomar el sol en las hamacas.
La cubierta 11 tiene las suites en proa, una discoteca-club de adolescentes (para los que hay un programa de actividades especial) y en la popa otra zona de solarium con un bar circular y un escenario con pantalla gigante.
En las zonas exteriores hay tarima de madera que da un toque muy marinero, me gustaron mucho las zonas de piscinas, bastante tranquilas y con muchas hamacas disponibles, ya que aún era pronto para bañarse y tan sólo unos pocos atrevidos lo hicieron, no sin gritar y saltando de inmediato fuera del agua. Eso sí, un par de jacuzzis con agua templada al aire libre estaban más solicitados...
En la cubierta 10 está la piscina central, el buffet Triana y en la popa otra piscina. En la reforma del buffet Triana se han instalado islas de comida en una zona central, y cuenta con una cocina abierta donde preparan distintos platos al momento.
El Gran Teatro Mirasierra (ocupa parte de las cubiertas 8 y 9), el Casino Biarritz, el spa, gimnasio y sala de belleza (no los conocí por dentro; había que pagar por los servicios ofrecidos y no estaba la cosa para muchos más gastos), los distintos cafés, el Club Popi (para los niños), los restaurantes... son algunas de las instalaciones que ocupan las cubiertas superiores.
Las cubiertas tienen nombres de poetas, lo cual para una filóloga debería contribuir a sentirse más "en casa", pero lo cierto es que al principio el barco me parecía laberíntico. Nosotros estábamos en la cubierta 5, Machado, al lado de recepción, lo cual nos vino genial para hacer un par de solicitudes que necesitábamos (aunque a veces había demasiada cola de gente quejándose, especialmente hacia el final del trayecto).
Después de descubrir que había un bufet abierto para merendar (y probarlo, claro), y prácticamente a todas horas encontraríamos algún lugar para cualquier tentempié (más que nada por las niñas), llegaba la hora de la cena, de que nos asignaran mesa y la mejor sorpresa del día pre-crucero tan agitado: un menú excelente.
Las cenas a la carta sin duda es lo mejor del barco en cuanto a restauración. Varios entrantes exquisitos y un par de platos centrales más postres variados para elegir. Nosotros escogimos el restaurante Riazor (junto a la fabulosa "Biblioteca" y sala de juegos, una decoración estupenda para los nostálgicos de los grandes barcos antiguos).
La cubierta 7 también cuenta con el otro restaurante principal en el que se puede cenar, el Bellavista. Hay dos turnos de cenas, y nosotros escogimos el primero, a las 20 horas, como corresponde a los hábitos de dos niñas pequeñas.
Después de la primera cena no había espectáculo que valiera: se jugaba la final de la Copa del Rey entre el Real Madrid y el Barça. Los más interesados en el fútbol ya habían tanteado los televisores a ver si se iba a poder ver el partido. Se veía, pero desde una cadena de televisión alemana. Para el caso, lo mismo es.
Nosotros ya estábamos en el camarote, agotados después de esta primera jornada de nuestro viaje en el crucero en el Grand Celebration, y la televisión sin sonido para no despertar a las niñas dio paso a un sopor profundo que me dejó con una victoria del Madrid... y no solo en sueños. Marsella nos espera al despertar.
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