Los olores tienen un fuerte poder de evocación. Podemos cerrar los ojos y “recordar” una vivencia de nuestra infancia, o nuestro paso por un lugar. Instintivamente, cuando recorremos una ciudad nueva, o la nuestra, vamos guardando las impresiones olfativas en lo mas profundo. Y al regresar de un viaje también nos traemos esos recuerdos.
Podríamos evocar Sevilla y sus azahares. O el olor salino del Cantábrico. La madera quemándose en una chimenea de una casa rural. El perfume a especias de los puestos de un mercado de Marrakech, Bangkok o Lima.
¿Cómo es posible?
El sentido del olfato y el cerebro están íntimamente conectados. Los olores pasan directamente desde la nariz al sistema límbico, la zona del cerebro donde se encuentran las emociones más primarias. No pasan por el córtex, la zona más racional.
¿Podríamos hacer un mapa sensorial siguiendo los olores de una ciudad?
Parece que sí. De hecho, un proyecto científico y artístico está realizando mapas sensoriales de algunas ciudades. En base a las impresiones olfativas de los habitantes de la ciudad, se marcan en un mapa de Edimburgo, por ejemplo, los lugares donde esos olores pueden apreciarse y hacia dónde los lleva el viento. Así, con cientos de “recuerdos” personales se va pintando un mapa sensorial de la ciudad.
Una exposición muestra el mapa de los olores de Edimburgo y quienes la visitan pueden observar la presencia de aromas a mar, o a hierba recién cortada, a café, a bares de fish & chips o destilerías de malta, por ejemplo. No sólo “observar” sino que el mapa te da la posibilidad de oler muestras de cada uno de esos aromas ciudadanos.
El proyecto ha llegado también a Glasgow y en estos momentos se está desarrollando con la toma de impresiones y muestras en París y Nueva York.
Web y foto | Sensorymaps
Fotos | Selma90