Casi sin planearlo, el camino me llevó a disfrutar de una noche de verano en Sevilla. Una ciudad que, agobiada durante el día por el calor, sabe abrirse y vivir a pleno las horas de la nocturnidad.
Nada como cruzar el Puente de San Telmo cuando la ciudad muestra todas sus luces. Desde aquí, tendremos la panorámica típica de la Torre del Oro iluminada y ante nosotros se abrirá el casco histórico con sus maravillas imperecederas: su Catedral, la Giralda, el Archivo de Indias, los Palacios Nazaríes, etc. etc.
Dos iniciativas me llamaron la atención. La primera el polémico tranvía que se ha puesto en marcha y que recorre aproximadamente 1 kilómetro y medio conviertiendo su itinerario normal en todo un city tour por el corazón sevillano.
La segunda es el servicio de alquiler de bicicletas implementado desde el pasado mes de julio. Se trata de 1.500 bicicletas disponibles fácilmente. Los puntos de recogida y devolución están muy próximos entre sí. Sólo tienes que pasar tu tarjeta de crédito por una de las columnas para desenganchar tu bici y la tendrás disponible gratis los primeros 30 minutos y a partir de allí por pocos céntimos podrás desplazarte cómodamente y devolverla donde quieras.
Y ciertamente es una opción muy utilizada. En esa noche calurosa y perfumada, me crucé con Beatriz, Aurora, María, Blanca y Josué que con muy buena onda daban cuenta de este servicio, me explicaron su funcionamento y me dieron algún que otro consejo para disfrutar de su ciudad tanto como ellos.
Allí me fui, rodeando la Catedral iluminada, hasta encontrarme cara a cara con la maravillosa Giralda. Es imposible dejar de apreciar cada detalle de su trabajada piel, recordar su historia y seguir, una vez más, admirando la inigualable sabiduría de los artesanos de ayer.
Tomando la calle Mateos Gago que se abre justo frente a ella (y que permite vistas tan bonitas como las de la primera foto) nos metemos de lleno en la alegría y el buen comer sevillanos. El barrio de Santa Cruz es un destino en sí mismo. Sus calles encierran gran parte de las leyendas e historias de Sevilla y son el lugar ideal para disfrutar de la cordialidad y el sabor andaluz por excelencia.
Sus callecitas ofrecen mil opciones para comer y tomar una copa. Desde pequeños bares hasta restaurantes de diseño, desde una humilde e imperdible tapita de jamón serrano hasta el plato francés más elaborado. No se puede estar en Sevilla, una noche de verano, sin dejar pasar el tiempo en una de sus mesas, con el sabor y el perfume de sus productos y la buena compañía de una ciudad siempre abierta al visitante.
Gracias a Beatriz, Aurora, María, Blanca y Josué por permitirme incluirlos en mis mejores recuerdos de Sevilla.
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