Acabo de regresar de una escapada a Sevilla y vengo fascinada por el ambiente de la ciudad, que no apaga sus luces y su ajetreo ni en Año nuevo. Pero si tengo que quedarme con algo es con la estampa de Sevilla que el atardecer nos regaló sobre el Guadalquivir en el último día del año.
"El río grande" nos quiere decir su nombre, del árabe "Wadi al-Kabir", río grande y de aguas tranquilas y lo suficientemente profundas para que, desde Sevilla hasta el mar, sea navegable por barcos de cierto calado.
Tanto sobre el Puente de Isabel II cuando el sol aún hace relucir la Torre del Oro como tal, como sobre el Puente de San Telmo, cuando al anochecer se ilumina ofreciendo sus reflejos anaranjados al río, la estampa de Sevilla nos embelesa.
Empezamos en el Puente de Isabel II, más conocido como puente de Triana, que con sus estribos de piedra y arcos de hierro adornados por espirales es una copia del antiguo puente del Carrousel en París (no en vano fue proyectado por sus compatriotas Bernadet y Steinacher).
Dejamos a un lado el Monumento a la Tolerancia de Chillida, y al fondo el perfil de la Sevilla de Santa Cruz, con la esbelta Giralda y su Giraldillo en lo alto vigilante.
Continuamos y Triana nos recibe con su aire ajetreado de Nochevieja, y nos perdemos por sus calles entre azulejerías y tascas celebrando por adelantado y con arte flamenco el fin de año. Merece la pena recorrer Triana, el mercado (ya con muchas de sus puertas cerradas a estas horas) la calle Betis, de Covadonga, de Pelay Correa o el callejón de la Inquisición, deteniéndose en sus rincones, sus balcones, sus patios...
Volvemos hacia el Puente de San Telmo, la noche con olor a uvas y a pólvora se aproxima, y atravesamos de nuevo el Río Grande disfrutando de la creciente iluminación de los monumentos que nos rodean, y sus reflejos en el agua, con poquitos barcos turísticos en marcha ya a estas horas, aunque alguno se llenará para tomar las uvas en el río.
En primer término la Torre del Oro, que efectivamente lo parece con esta luz, y a ello remita su nombre en árabe "Borg-al-Azajal", que venía a significar que el revestimiento de azulejería dorada que destellaba al sol era como el oro y se reflejaba en el río dañando la vista.
El nombre le fue que ni pintado más adelante, porque en ella se desembarcaba el metal precioso que llegaba a Sevilla en los galeones desde Las Indias. No la vemos desde el puente, pero muy cerquita está su hermana pequeña, la Torre de la Plata. El Teatro de la Maestranza también se ilumina.
Al fondo ha ido creciendo la Giralda y es posible vislumbrar incluso su Giraldillo coronando el campanario. Nos esperan un parque con poemas infantiles en mármol, junto al Paseo de las Delicias, y nos acercamos dejando atrás el río y el cartel de "Tío Pepe" dando un toque gastronómico típico a la otra orilla. Y hablando de gastronomía... hay que preparar la cena.
Hemos disfrutado de las panorámicas de Sevilla al atardecer desde las dos orillas y sobre dos de sus puentes, pero es que es tan difícil no deleitarse con cualquiera de las estampas que nos ofrece esta ciudad...
Fotos | Benurs en Flickr-CC y Eva Paris En Diario del viajero | Ruta por el barrio de Triana