
En la calle Postas, junto a la Plaza Mayor y en pleno corazón del Madrid de los Borbones, la Posada del Peine, el hotel más longevo de la ciudad, ha reabierto sus puertas a todo lujo en forma de petit palace. Poco queda de aquella fonda desordenada que abrió hace casi 400 años junto a la parada de diligencias, bautizada con ese nombre por ser un peine colgado de una cuerda el único servicio que ofrecía al huésped.
Hoy, sus servicios son mucho más generosos. Los que fueran mínimos cuartuchos se han convertido en 71 habitaciones a todo dar con tecnología de última generación como televisores de plasma, hidro-duchas electrónicas y ordenadores con acceso gratuito a Internet de alta velocidad.
Cuesta imaginarse a los forasteros haciendo sus andanzas por los pasadizos secretos que existían en el hotel, según cuentan las malas lenguas. Por estos días la moderna decoración minimalista con muebles de diseño y paredes enteladas oculta turbios pasados e invita al confort de sus hospedados.
Pero tanta modernidad no riñe con algunos elementos rescatados de la legendaria posada como el viejo reloj de su frontal, el pavimento de la entrada y la escalera principal. También son recicladas las llaves de luz, las columnas de hierro fundido, los cristales grabados, así como letreros que indicaban las plantas y la dirección de las escaleras, y una vieja caldera que estaba olvidada en el sótano.
Como promoción re-apertura, la Posada del Peine Petit Palace ofrece la habitación doble por 95 euros con internet, wifi, prensa y ciberconer gratuitos.