Se celebra hoy el Día Europeo del Enoturismo, y queremos sumarnos a este festejo de una de las modalidades de viajes que más crece día a día. Hoy, nuestra amiga María García nos cuenta la visita a una bodega de Ribera del Duero que hiciera hace muy pocos días, apenas finalizada la vendimia.
Los ribereños suelen decir que la Ribera del Duero tiene un microclima propio, y puede que algo de razón lleven. En una de mis primeras visitas a la zona, mientras que en el resto de Castilla y León empezaban a desaparecer los restos de la gran nevada caída días antes, en Aranda del Duero, capital de la comarca, varios centímetros de nieve seguían cubriendo las aceras cuando nos bajamos del coche. Al inicio de este otoño, el cielo parecía a punto de caer sobre nuestras cabezas en Madrid y durante un amplio tramo de la A-6, mientras que en la Ribera se dejaba ver el sol.
Puede que parte de la "culpa" de ese microclima la tenga uno de los protagonistas de esta historia, el propio río Duero, el tercero más largo de la Península, culpable también de que a su vera se cultiven viñedos con los que se elaboran vinos muy interesante y completamente diferentes entre sí. Los más conocidos, los de la Ribera del Duero, y los de su desembocadura, en Oporto. Pero en la provincia de Salamanca, justo en la frontera con Portugal, existe una peculiar zona geográfica, conocida como Los Arribes, donde se cultivan dos variedades de uva autóctona: Juan García y Rufete, con las que se elabora el vino tinto de la D.O. Arribes.
En la Ribera del Duero la Tempranillo ,también conocida como Tinta del país, es la uva "estrella", presente de forma monovarietal o acompañada de otras, en la mayor parte de los tintos. Este año 2013 la vendimia fue rápida, en apenas 12 días por la amenaza de la lluvia, y solo unos pocos afortunados han podido disfrutar del proceso de recogida de uva, pero el otoño sigue siendo un buen momento para el enoturismo en la zona.
A lo largo de la N-122, que discurre paralela al río y que comunica Valladolid y Soria atravesando Quintanilla de Onésimo, Peñafiel y Aranda entre otras localidades, se suceden los viñedos y algunas de las bodegas, como la de Arzuaga, se ven desde la carretera. Pero para perderse entre viñedos, lo mejor es tomar cualquiera de las comarcales que desde la nacional conducen a Roa.
En la Ribera hay multitud de opciones para el enoturismo: bodegas tradicionales, algunas con una larga historia como la de Ismael Arroyo (Valsotillo) que es subterránea y data del siglo XVI, se encuentra en Sotillo de la Ribera. Otras de arquitectos de renombre, como las de Portia, diseñadas por Norman Foster.
Lo preferible es reservar con tiempo e informarse de si se incluye visita a los viñedos, porque el vino, como saben los aficionados, se "hace" en la viña y no en la bodega. Una de las que asegura esta opción es PradoRey, ubicada en una de las fincas más grandes del norte de la Península, con 3.000 hectáreas. Sus viñas están en espaldera, y distribuidas en distintos pagos, cuyas uvas se destinan a la elaboración de diferentes tipos de vino. Con las de un pago conocido como Roble elaboran un vino joven al que hace años los enólogos decidieron dar 6 meses de barrica antes de embotellarlo y sacarlo al mercado. Gustó tanto, que otros bodegueros de la zona copiaron la idea y ahora Roble se ha convertido en una categoría vinícola entre los vinos jóvenes y los crianza.
Por lo visto, María aprovechó la visita a las bodegas de Ribera del Duero para aprender mucho sobre la cultura del vino. Gracias por compartirlo con todos nosotros, ¡María!
Fotos | María García y Bodega Ismael Arroyo En Diario del Viajero | Mas sobre Enoturismo En Diario del Viajero | El viaje de... nuestros lectores