Lo que más sorprende a uno cuando llega a Verín en Carnavales es -aparte de la lluvia que ya de por sí es la tónica general del lugar- la cantidad de gente que va disfrazada por la calle. Apenas se puede encontrar una sola persona que no siga el ritual de sacarse la habitual y rutinaria ropa del día a día y ponerse lo que le venga en gana encima. Principalmente abundaban piratas, ejemplares masculinos vestidos aputonadamente, bomberos, Homer y Marge Simpsons, incluso las furgonetas iban tuneadas y algún personaje salido de alguna película de ciencia ficción. Quizás la calidad de los vestidos no era lo más reseñable pero sin duda la inventiva estaba a un nivel insuperable.
La figura del cigarrón, esos personajes que aparecen en la foto con máscaras y látigos en la mano, recorren las calles de la ciudad y van soltando más de un latigazo a su paso. Antiguamente se supone que eran cobradores de impuesto y bajaban desde el castillo de Montrerrey con los cencerros a sus espaldas repicando por las calles. En Verín, sin duda, el licor café es el rey: aguardiente casero con cafeina. Vamos, que ni redbull ni tonterías para aguantar la noche entera y contemplar la salida de las comparsas por la mañana medio ebrio. Comparsas que circulan por el pueblo, disfrazados, y la mitad de ellas dándole el merecido elogio a la barriga; cortando jamón, dándole a la empanada o preparando suculentas laconadas.
En Verín las pulperías convierten por arte de magia a una insipida barriga en el ser más feliz del mundo. Verín, posiblemente uno de los pocos lugares del planeta donde los cubatas todavía cuestan poco más de 500 pelas.
En Diario del Viajero | [Carnavales 2007]: Verín, Orense