Llega el sofocante verano y, en masa, la gente se traslada a las orillas del litoral, con el cubo, la pala, el chiringuito, los hombres que pasean arriba y abajo rentabilizando el tiempo invertido en las mancuernas, muchachas que cumplieron a rajatabla con la Operación Bikini, el que vende mantas, al rico helado, castillos de arena…
No sé a vosotros, pero a mí todo este escenario me repele un poco. La playa me gusta cuando está solitaria. O cuando es una playa otoñal, o incluso invernal. Pero la playa en verano me da grima como me lo da un bingo de provincias o una discoteca con atronadora música máquina. Me da grima como Gandía Shore. Llamadme estirado y burgués. Lo admito.
Sin embargo, las playas veraniegas no sólo se circunscriben a lo anteriormente dicho (una pesadilla kafkiana, para un servidor), sino que también hay actividades de playa para quienes no les gusta la playa, para los que tienen anhelos intelectuales más allá de subirse a la colchoneta, para los que quieren conocer la playa extramuros de la caseta donde alquilan patines de agua. Llamadme estirado y burgués. Lo admito.
He aquí algunas alternativas que podemos encontrar en España:
Catedrales marinas
Espectaculares construcciones de hasta 30 metros de alto para los que disfruten de la arquitectura de sus homólogos diseñados por seres humanos. Acantilados de esquisto y pizarra que, por acción del agua, dejan a la vista sus entrañas en forma de cuevas y grutas.
Las canteras
En la playa de Las Palmas, en la zona de la Isleta, tenemos una barrera de roca sedimentaria que bordea la línea de la playa y se denomina la Barra. Es un arrecife que apacigua las olas y sirve de refugio para miles de especies marinas.
Fauna
Una incomensurable variedad de fauna marina, terrestre y aviar interactúa entre grandes arenales, llanuras intermareales, marismas y la única laguna costera de la provincia de Pontevedra. Preparaos para ver nutrias, conejos, gaviotas patiamarillas, ánades reales, cuervos marinos, garzas y un largo etcétera.
Vida submarina
En Ses Illetes, en Formentera, encontramos tal biodiversidad submarina que casi podríamos afirmar que existe otro mundo bajo el mar. Aguas de color turquesa cuyo fondo está tapizado de una alfombra de posidonias oceánicas, como césped submarino y ondeante. Una suerte de bosque submarino por el que podréis bucear en busca de su riquísima microfauna. No en vano, esta playa está declarada Patrimonio de la Humanidad.
Observando la arena
Y si estáis atentos a la arena, quizá encontréis esas piedras verdes (o de otros colores) que son traslúcidas y parecen piedras preciosas. Estas piedras se están agotando debido al éxito del reciclaje y a la extensión del uso del plástico en la industria, pues las "esmeraldas" no dejan de ser fragmentos de vidrio de una botella rota de color verde que, a causa de la erosión del mar, la arena y la sal, ofrecen un pulimento y unos cantos rodados propios de las piedras preciosas.
Y si con todo esto aún no encontráis razones para visitar las playas este verano, pues nada... ¡a la montaña!