La imagen que muestra la fotografía de una gran langosta colgando en una suntuosa sala versallesca no es un fotomontaje. Tampoco es que unos turistas gamberros hayan colgado el flotador de las vacaciones. Se trata de una obra de arte de Jeff Koons, el creador, entre otras obras, de Puppy, el perro del Guggenheim Bilbao.
Claro, que a muchos no les ha hecho gracia este pretendido diáologo cultural entre lo clásico y lo contemporáneo, y consideran poco menos que blasfema esta exposición en Versalles.
Y es que las obras de Jeff Koons tal vez no sean del gusto más tradicional, ya que entre sus aportaciones al arte contemporáneo se encuentra la producción industrial de muñecos de plástico y vidrio, flores y animales artificiales, muñecos de fibras metálicas o instalaciones con reproducciones de seres humanos.
Si tuviera que pronunciarme en esta controversia, diría que, a pesar de que la langosta no es precisamente una obra que me cautive, este creador contemporáneo sí tiene otras obras más atractivas abajo mi punto de vista.
No me parece mal que se promocione la obra de artistas modernos en estos espacios clásicos, mientras no se desvirtúe ni se dañe el entorno, evidentemente.
Otra cosa es entrar en el debate de lo que se considera arte y lo que no, o del marketing que ayuda a muchos creadores desconocidos a subir en prestigio como la espuma, a pesar de un discutible talento artístico.
En el caso de esta exposición en Versalles, parte de la polémica viene dada porque las obras forman parte de un millonario coleccionista privado que tiene como asalariado al patrón de Versalles (ex ministro de cultura) y a la comisaria de la exposición. Está claro que las amistades siempre serán las amistades, también en el ámbito del arte.
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