Quienes me conocéis ya sabéis que me encanta desmontar mitos. Por aquí he intentado derribar algunos comúnmente creídos por parte de la comunidad viajera, como que los San Bernardo llevan un barrilete de brandi colgado del cuello para rescatar a montañeros en Suiza, que en el avión se puede reventar un implante de silicona o que la Gran Muralla china es la única construcción humana visible desde el espacio.
Así que vuelvo a las andadas, disfrazado de pitufo gruñón o caza magufos, para desmitificar uno de los lugares que muchos probablemente preferiríais evitar cruzar en avión o barco: el Triángulo de las Bermudas. Perded el cuidado. Tampoco as aseguradoras no cobran extra por atravesar el Triángulo de las Bermudas. La razón es fácil: estadísticamente no hay más naufragios aquí que en cualquier otro lugar del mundo con un tráfico similar. Entonces ¿a qué viene tanto misterio?
La respuesta corta: desinformación fomentada por periodistas del tipo "Iker Jiménez". La respuesta larga: el Triángulo de las Bermudas es una amplia zona del océano entre Florida, Puerto Rico y las islas Bermudas que empezó a adquirir su mala reputación a raíz de que Cristóbal Colón, que el 8 de Octubre de 1492 echó un vistazo a su brújula y advirtió que mostraba lecturas anómalas.
No sabemos qué le pasó a Colón, pero sí sabemos que en esta zona no hay anomalías magnéticas que puedan alterar los instrumentos de medición, al menos no de una forma que no sepan gestionar los navegantes.
El primer desmitificador
Los vendedores de humo magufo no fueron puestos en su sitio hasta 1975, cuando Larry Kusche publicó el libro The Bermuda Triangle Mystery: Solved. En el libro también demostraba que ni siquiera se habían producido tormentas especialmente cruentas. En ese sentido sí existen lugares mucho más peligrosos, como el caso “Los 40 rugientes”, una franja longitudinal que discurre entre los paralelos 40 y 50 del Hemisferio Sur.
Para rizar el rizo, incluso hay investigadores que consideran que en el Triángulo de las Bermudas se producen menos accidentes de lo que cabría esperar, como Michael Shermer en su libro Por qué creemos en cosas raras, en el que alude sobre la tendencia de la gente a otorgar explicaciones sobrenaturales a fenómenos totalmente naturales:
De igual modo, al investigar casas encantadas, cabe contar con un punto de referencia de los ruidos de todo tipo que puedan producirse antes de afirmar de alguno de ellos que es extraordinario (y, por tanto, misterioso). Hace algún tiempo, en mi casa se oían golpecitos. ¿Eran fantasmas? No. Las cañerías. En el sótano todavía oigo ruidos de arañazos. ¿Duendes? No. Ratas. Haríamos bien en buscar la explicación más probable y pedestre de un suceso antes de recurrir a la ultratumba.
La gente, naturalmente, podrá continuar fantaseando con el Triángulo de las Bermudas como un lugar fantástico, pero tal fantasía estará sustentada en un endeble castillo de naipes: tal vez sea mejor formular nuestras fantasías sobre cimientos un poco más sólidos. E, igualmente, seguirán existiendo viajeros que ignorarán el mito del Triángulo de las Bermudas como sigue perpetuándose el mito de que las espinacas tienen mucho hierro.
Vía | Today I Found Out
Foto | Danilo94
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