Nuevo año, nuevos propósitos. 2013 empieza con muchas esperanzas y con grandes cambios a la vista. Es el año en el que probablemente viajaré más que nunca (por trabajo y por placer), en el que publicaré mi primer libro de viajes y el que pretendo recorrer algún país extranjero con una bicicleta (mayormente europeo). También espero regresar a California, y ello incluirá una pequeña escapada a Hawai.
Y me gustaría horrores llegar en coche hasta Rovaniemi, en la Laponia finlandesa, para tomarme algo en el bar de Lordi (los monstruos que ganaron Eurovisión) y acercarme a Santa Claus Village para ver a Papa Noel (soy perfectamente consciente que ambas ideas parecen un tanto antagónicas).
Y, en definitiva, me recordaré cada día aquellas palabras que un día escribió Borges y que me gustaría hacer mías:
Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios… Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a viajar, viajaría más liviano.
Un compañero de viajes al que apenas veo
Este es un deseo un tanto poético, lo reconozco. Pero me gustaría conocer a un compañero de viajes con el que comparar la colección de sellos en el pasaporte. La condición es que cada uno tomará su propia ruta, y casi nunca nos reencontraremos.
Por eso, aunque casi siempre nos separan uno o dos países, o hasta un continente, ambos sabemos que nuestra unión es indestructible. Y nuestras relaciones son geográficas. Un orgasmo en Mozambique, y al día siguiente él está comprando un libro fotocopiado en la calle de las librerías de Hanoi o pescando pirañas en el Amazonas. Café en una húmeda terraza en Corfú, y dos semanas después cenamos en la isla de Los Roques: montañas de langostas que nosotros mismos habíamos capturado.
Me llama por teléfono desde la Muralla China, todavía jadeante por el esfuerzo, para contarme alguna anécdota que siempre me hace reír; y yo me río en una barbería hindú, de las que siempre sales como nuevo.
A veces, no sabría si lo tengo delante o si nos separaban tres mil kilómetros y seis meridianos. Porque él podía estar bajo la luz refulgente de Sonora y yo, en la oscuridad ambigua de Noruega. Porque él podía estar sudando y yo congelado, y viceversa. Y, otras veces, las menos, disfrutaríamos de idéntica temperatura, y entonces nos sentiríamos más próximos.
Cumplir alguna de estas ideas 'random'
Impelido por las palabras de Borges, haré lo posible por hacer realidad alguna de las siguientes ideas random:
Presenciar terremotos e inundaciones, cruzar los Andes, los Apeninos y los Alpes, ser acusado de contrabandista, espía de la Unión Soviética y agente infiltrado de Muammar Gadaffi (o su equivalente), remontar el Nilo, asistir a una decapitación pública, comer insectos, dormir al raso y levantarme con la piel llena de picaduras de mosquito, participar en un safari en África, dar una zancada por la calle más corta del mundo y también recorrer la más larga, tocar un león, visitar los zulús y colgarse de una liana como Tarzán, llenarse del polvo valetudinario de la tumba de Tutankamon, planear sobre las estepas de Khan Kubilai, perderse en el Triángulo de las Bermudas, subir a un tanque y a un globo aerostático, montar a camello; ascender a lomos de la alfombra voladora de Aladino y surcar el cielo de extremo a extremo.
Ya os iré explicando lo que voy consiguiendo a lo largo de este 2013, en el que espero que nos sigamos leyendo.
En Diario del Viajero | Mis deseos viajeros del 2013: Álvaro Foto | Wikipedia