Seguimos poniendo ejemplos de la infinita cantidad de personas que os podéis encontrar a lo largo del mundo que iniciamos en la primera entrega de esta serie de artículos, abordando los países pobres y ricos, así como el número de personas que hay y lo poco que ocupamos realmente.
Hoy vamos a hablar de determinadas costumbres que parecen de otro planeta, así como lenguas que parece propias de inteligencias extraterrestres.
No son como David el Gnomo
El asentamiento ancestral inuit de Shishmaref, una aldea situada en la isla de Sarichef en el mar Chukchi, al norte del estrecho de Bering y a pocos kilómetros de la costa de Alaska, es el hogar de una de las culturas que menos influencia ha recibido del mundo. Imaginaos que ellos creían, hasta principios del siglo XIX, que eran los únicos pobladores de la Tierra.
Mantienen una dieta basada en la ingesta de mammels del mar tales como oogruk (sello barbudo), pescado, pájaros o alces. Y aunque parezca raro, los inuit no beben alcohol.
Si queréis saber más de los esquimales, en concreto de un pueblo esquimal del Ártico Oriental canadiense, os recomiendo el documental galardonado como la Cámara de Oro de Cannes 2001 Atanarjuat, de Zacharias Kunuk.
Otro mito de los esquimales que también es falso se refiere a su idioma: no poseen muchísimas palabras para nombrar a la nieve, sólo cuatro, como máximo. De hecho, la mayoría de esquimales sólo admiten dos palabras equivalentes a “nieve”. Sin embargo, su idioma tiene otras cosas llamativas, como que nunca necesitan contar más allá del 12, pero si eso ocurre entonces emplean en idioma danés. Y cuenta sólo con tres vocales y carece de adjetivos.
Hablando raro
Pero si buscáis poblaciones que se comuniquen con idiomas realmente distintos a los mayormente conocidos, entonces el idioma inuit no resulta tan espectacular. Hay otros que lo son muchísimo más.El nootka, una de las lenguas de la isla de Vancouver, tiene expresiones realmente curiosas, como la palabra tl´imshya´isita´itlma, que significa una idea tan compleja como “él invita a la gente a un banquete”, literalmente: “buscar a alguien que comer lo cocinado”.
Una de las lenguas más complejas sin duda es la lengua australiana llamada damin, cuya estructura es tan asombrosa como su sistema de sonidos. Mark Abley se refiere a ella en estos términos en su libro Así se habla:
Después de la pubertad, los chicos eran circuncidados (sin anestesia, por supuesto) y se les enseñaba el marlda kangka, un lenguaje de signos. Durante un año, sólo podían comunicarse con aquellos que hubieran estado presentes en su circuncisión. El marlda kangka era más que un simple código básico: sus signos permitían a un chico transmitir información como “anoche vi al hermano de mi madre y a mi padre peleando entre los arbustos”. La comida más suculenta de las islas era el dugong, o morsa. Y el marlda kangka tenía signos distintos para “una hembra joven y grande de dugong”, “una hembra pequeña de dugong”, “un macho viejo de dugong”, etcétera. El marlda kanga era simplemente el comienzo. Después de un año o más, los jóvenes lo bastante valientes pasaban al segundo estadio de la iniciación: una subincisión en el pene (no preguntesn). La recompensa por soportar el dolor era una segunda lengua oral, el damin. A diferencia del marlda kangka, ésta era una lengua oral. Pero , como el marlda kangka (o el klingon o el élfico), el darmin erea una invención deliberada. Su sistema de sonidos forzaba un contraste con la lengua madre, el lardil. M, l, r y otras cuantas consonantes del lardil estaban ausentes del damin y a su vez, los ablandes del damin empleaban en 11 sonidos que no se encontraban en el lardil. Cuatro de ellos eran consonantes oclusivas que, por lo demás, solamente se emplean en el África meridional y oriental.
Fotos | Wikipedia En Diario del Viajero | La enorme variedad de personas que hay el mundo: pobreza, riqueza y cómo cabemos todos en el Gran Cañón (I)