El GPS que los inuit tienen instalado en su cabeza y les permite guiarse (hasta la llegada del GPS)

El GPS que los inuit tienen instalado en su cabeza y les permite guiarse (hasta la llegada del GPS)
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Los inuit son un pueblo marciano. Al menos, es lo que parece. Los inuit viven desconectados del mundanal ruido. No beben alcohol. Su idioma pertenece a las lenguas de la familia esquimo-aleutiana, que se relacionan entre sí pero nunca con otro idioma del mundo. El idioma inuit, que también se conoce como inupiaq o inuktitut, cuenta solo con tres vocales y carece de adjetivos. Se usan las mismas palabras para «beso» y «olor».

Y, a pesar del mito, no poseen muchísimas palabras para nombrar a la nieve. De hecho, la mayoría de los esquimales solo admiten dos palabras equivalentes a «nieve». Tampoco se besan frotándose la nariz, tal como lo hacía David el gnomo.

GPS mental

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Para conocer mejor la cultura inuit, nada como adentrarse en la pequeña isla de Igloolik, en la costa de la península de Melville, perteneciente al territorio Nunavut del norte de Canadá. La palabra esquimal (eskimo en inglés) ha caído en desuso en Canadá, donde oficialmente sólo se utiliza inuit. De hecho, sólo en Alaska y Siberia los pobladores yupik se siguen llamando esquimales.

Aquí, en invierno, no hay sol, la temperaturas se mantienen a 20 bajo cero y gruesas capas de hielo cubren las aguas. En estas duras condiciones, los inuit llevan 4.000 años sobreviviendo, buscando comida entre las extensísimos terrenos de ártico árido algún caribú u otras preseas.

Lo divertido es que las formaciones de nieve están en continuo movimiento, y los rastros desaparecen en pocas horas. Así que los inuit tienen que llevar un GPS para no perderse y localizar a las presas. Como los inuit no usan tecnología moderna, ese GPS parece instalado dentro de su cerebro, tal y como explica Nicholas Carr en su libro Atrapados:

La extraordinaria pericia para orientarse de los inuit no surge de la destreza tecnológica (han evitado los mapas, las brújulas y otros instrumentos), sino de una comprensión profunda de los vientos, las formas de los ventisqueros, el comportamiento animal, las estrellas, las mareas y las corrientes.

Sin embargo, la tecnología global ya ha alcanzado al intocado pueblo inuit. Desde que llegaron los primeros mapas, brújulas e incluso dispositivos GPS, sobre todo usados por los inuit más jóvenes, sus capacidades sobrenaturales parecen haberse desvanecido. Al confiar en los dispositivos, sus destrezas cognitivas en la orientación han ido disminuyendo.

Ello no solo está eliminando una cultura marciana, sino que parece un problema logístico para los propios inuit, pues se están produciendo incidentes de todo tipo, como graves accidentes de caza con heridos o muertos:

Con frecuencia la causa fue rastreada hasta topar con la confianza excesiva en los satélites. Si un receptor se rompe o sus baterías se congelan, un cazador que no ha desarrollado un buen sentido de la orientación puede perderse fácilmente en una extensión sin nada distintivo y verse expuesto a peligros. Incluso si los aparatos funcionan adecuadamente, presentan riesgos. Las rutas tan meticulosamente diseñadas en mapas por satélite pueden dar a los cazadores una forma de visión túnel. Al seguir las instrucciones GPS, atravesarán hielo peligrosamente delgado, se acercarán a acantilados y se meterán en otros peligros que un navegante formado hubiese evitado por sentido común y precaución.

Imágenes | Ansgar Walk | George R. King

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