Se llama Charles Veley. Y es la persona que más ha viajado del mundo. Al menos, es lo que así se considera por aclamación universal, dado que no existe tal categoría en el récord Guinness. Veley también fue la persona más joven en visitar todos los países del mundo, según la lista elaborada por el Travelers Century Club, la asociación en la que ni siquiera te admiten si no has visitado, como mínimo, 100 países. Valey solo tenía 37 cuando consiguió tal hazaña.
Valey, además, no se dedica a visitar los lugares como un zombi, o a cruzar por ellos como un turista ávido de postales, sino que, sobre todo, le gusta mezclarse con las personas de cada lugar. Para Valey, las personas son tan importantes como los lugares. Incluso tal vez más.
Uno de los lugares más difíciles que ha visitado Valey es Rockall, un islote rocoso de solo 27 metros de anchura en mitad del Atlántico Norte. Es tan difícil acceder a él que en aquel momento el número acreditado de visitantes (12) era el mismo que el de hombres que habían estado en la Luna.
Por si fuera poco, Valey habla con fluidez 50 idiomas. También ha volado en aviones de combate. Supongo que os preguntaréis cómo se lo hace Valey para llevar semejante tren de vida: se hizo millonario muy joven, al fundar una empresa de software llamada MicroStrategy, en medio del boom de las empresas punto com de finales de la década de 1990. Sus años de trotamundos, calcula él mismo, le habrán costado alrededor de un millón de dólares.
En definitiva, Charles Valey es un superhéroe de los viajes. El equivalente de un astronauta sin haber abandonado jamás la Tierra. Tal y como explica Ken Jennings en su libro Un mapa en la cabeza al referirse a Veley:
Ha sido atracado en Buenos Aires y se le han meado encima ranas arborícolas en Costa Rica. Su canoa ha volcado en las aguas infestadas de hipopótamos en el río Zambeze. No obstante, en las fotografías de sus viajes, aparece siempre sonriendo plácidamente, habitualmente vestido con una pulcra camisa azul de Oxford y pantalones caquis, tanto si está con santones nepalíes, niños de un aldea de Etiopía o bailarinas del carnaval de Río. La impresión general es como aquella broma en la que un gnomo de jardín robado aparece en lugares extraños de todo el mundo, siempre con los ojos como platos y la misma sonrisa beatífica.
Veley tiene un sitio web, donde detalla sus viajes, e invita a las personas a registrar sus propios viajes.
Fotos | Anilocra
