La llamada de África: el rugir de la sabana tanzana

La llamada de África: el rugir de la sabana tanzana
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La imagen que tal vez más facilmente nos sobreviene a nuestra memoria cuando nos imaginamos un paisaje africano es sin duda el atardecer entre acacias o la frenética vida salvaje que recorre sus llanuras. Por ello era inevitable que en el especial "La llamada de África" no hicieramos una incursión en una de las regiones más ricas del continente en cuanto a vida animal.

Safari en swuajili significa viaje, así que a través de las siguientes líneas nos marchamos de viaje en busca del rugir de la sabana tanzana.

La mayoría de los safaris que se realizan en Tanzania comienza en la ciudad cercana a la frontera con Kenia llamada Arusha. Si venimos desde Nairobi, Kenia, podremos llegar en autobus comodamente. Si lo hacemos desde la capital tanzana, Dar er Salaam será igualmente sencillo.

Ya en Arusha no podemos dejar pasar la oportunidad de hacer un safari para recorrer algunos de los parques nacionales más relevantes del mundo: el lago Manyara, el cráter del Ngorongoro y el Serengeti. Existen innumerables compañías que ofrecen diferentes opciones para la realización de esta expedición.

Un detalle que varía en gran medida el coste total del viaje es la elección del lugar donde pasaremos las noches durante el recorrido. Podremos elegir entre lodge de lujo o bien dormir en tiendas de campaña dentro de los parques. Un safari de cinco días, guía y cocinero, con todo incluído y durmiendo en tienda de campaña cuesta apróximadamente unos 600 euros por persona.

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El 4x4 nos recogerá en la puerta del lugar donde no estemos hospedando a primeras horas de la mañana. Desde Arusha nos dirigimos directos a la primera parada, el lago Manyara. La entrada al parque discurre por un bosque de montaña que se desborda sobre el visitante. Una especie de saltamontes verde reproduce con sus patas, un sonido chirriante que se hace eco bajo la bóveda de follaje que impide la entrada de la luz solar.

Veremos elefantes dentro del bosque, hipopótamos, las primeras jirafas, animal que es símbolo nacional en Tanzania, pelícanos, martines pescadores dando cuenta de sus presas despreocupados de nuestras atentas miradas a la orilla de un río. Si tenemos mucha suerte en este parque podremos llegar a ver a la serpiente de la especie mamba negra.

Dicha especie es aún más venenosa que la cobra y en ocasiones tan agresiva que se alza en vertical para escupir veneno a su presa o agresor (a veces su atrevimiento la ha llevado a escupir a los 4x4 que recorren el parque).

Serengeti

A la mañana temprano del día siguiente nos dirigiremos hacia el Serengeti. A medida que pasan las horas nos iremos adentrando más en el Valle del Rift y contemplaremos las primeras acacias paraguas. Especie perpetua en el mobiliario de la sabana africana.

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La llanura infinita se despliega ante nuestros ojos como un mar sin fin. Serengeti en swuajili significa, “tierras infinitas” y el nombre no podría ser más adecuado. La vista se pierde en los confines de la nada, visualizando incluso espejismos sobre el horizonte. Uno cree ver lagos dónde sólo hay rasa hierba cortada por las fuertes rachas de viento que atraviesan la región.

Grupos de ñúes, de cebras, de impalas y gacelas se diseminan salpicando el horizonte con pinceladas de intensa vida. La llanura palpita movimiento, el ir y venir de animales, ejércitos de búfalos del Cabo en formación lineal hacen que detengamos en ocasiones nuestra frenética marcha para alcanzar el campamento antes del anochecer.

Cada año, hasta un millón y medio de ñúes, medio millón de gacelas y 250.000 cebras, caminan a a lo largo de un peregrinar cíclico de 2.700 km entre Serengeti, Tanzania y Masai Mara, Kenia.

A muy temprana hora comenzaremos nuestro recorrido por el Serengeti. Un leopardo durmiendo entre las ramas de una acacia, dos hienas peleándose por una paletilla de impala, leones descansando a la sombra de unos matorrales. Las escenas de animales se repetirán unas tras otras. Con los portones del techo del 4x4 abiertos observamos la vida salvaje desde una perspectiva diferente, más cercana.

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Es muy complicado encontrar cazando a cualquiera de los grandes depredadores que habitan el Serengeti. Los mejores momentos para ello son unos pocos instantes después del amanecer y antes de atardecer. La vida nocturna en la sabana es intensa, pero normalmente los guías no hacen incursiones nocturnas.

En la úncia ocasión que seguramente podréis descender del vehículo será en el momento de visitar una laguna de hipopótamos. Es importante saber que los hipopótamos que no se encuentran con la manada y están aislados son realmente peligrosos. Sin ir más lejos, en el año 2003 un visitante de uno de los parques de Kenya fue diseccionado literalmente por las robustas fauces de un hipopótamo; el turista había hecho caso omiso al guía saliéndose de la distancia de precaución.

Aunque se les ve bien pasados de peso, estos animales pueden llegar a correr a velocidades de hasta 40km/h y está considerado más peligroso que el león y la hiena. Así que no nos fiemos de su aspecto bonachón.

Los atardeceres nos regalarán vistas de postal mientras las acacias amarillas reciben la visita de cientos de pájaros que se cobijarían durante la noche sobre sus ramas.

Ngorongoro

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Al día siguiente partiremos hacia el cráter del Ngorongoro. Antes de que el volcán erupcionase hace miles de años, el Ngrongoro era aún más alto que el actual techo de África, el Kilimanjaro. Es el cráter más grande del mundo. Para que os hagáis mejor idea de su dimensión, en su interior cabe una ciudad del tamaño de Madrid.

Desde las laderas del cráter contemplamos un tapiz de verde aterciopelado. Una laguna de aguas prácticamente turquesas ocupa la parte occidental. En ella los flamencos nos deleitarán con su sonido monótono y agudo y sus vuelos rasantes pintando de destellos rosáceos el espejo de la laguna. Las cebras se acercan a beber en procesión, acompañadas de las hileras del ejercito de los ñues.

Con suerte veremos ejemplares del rinoceronte negro, águilas por doquier sobrevuelan nuestras cabezas en busca de comida, elefantes, hienas, jirafas, leones y guepardos se reparten un territorio que es difícil abrazar con la vista aun tratándose del cráter de un volcán. El descenso y ascenso al parque se realiza por un camino escarpado, de una pendiente muy pronunciada y llena de baches no apto para personas con aprensión a los acantilados y las alturas.

El Ngorongoro es un refugio para la vida animal, un paraíso dónde las diferentes especies que en él habitan, encuentran todo lo que necesitan. Un retiro para unos, pero un calvario para otros. El ciclo vital se muestra cada día en las tierras de estos parques.

La generosa naturaleza y el drama conviven como si fuesen vasos comunicadores unidos para siempre. Son caras de una misma moneda: sin la una no podría existir la otra, se complementan. La supervivencia, la ley del más fuerte, otras veces la ley del más hábil, son el pan de cada día sobre las llanuras infinitas de Tanzania.

Imágenes | Víctor Alonso En Diario del Viajero | La llamada de África En Diario del Viajero | De safari por Africa (resumen) En Diario del Viajero | Kenyalogy: buenos datos para safaris En Diario del Viajero | Los 10 mejores destinos para ver vida salvaje en Africa (V)

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