En una ocasión, alguien a quien admiro me comunicó su propia definición de madurez, y enseguida la adopté como propia. Alcanzar la madurez no consiste en hacer determinadas cosas (comprar una casa, tener un hijo, tener un trabajo estable, o que se te ponga el pelo blanco), sino que se reduce a aprender a pasar página, a saber qué cosas debemos dejar ir, qué aspectos de la vida debemos asumir que cambian, mutan o deben desaparecer.
Como que la amistad no siempre es eterna, como tampoco lo es el amor. O que las personas que quieres también pueden llegar a decir o hacer cosas que te harán daño, pero que eso no debería mortificarte. ¿Cuántas veces hemos estado durante semanas dándole vueltas al comentario de alguien? ¿Lo habrá hecho para herirme? ¿Tendrá razón? En muchas ocasiones, lo mejor es dejarlo ir, y seguir adelante. Y eso es justo que lo pretende el Festival de los Farolillos de Tailandia.
Tailandia es un lugar especial en muchos aspectos. Cuando Tailandia era Siam, en 1811, allí nacieron unos hermanos siameses llamados Bunker. Estaban unidos por el pecho y recibieron el nombre de Chang y Eng, que significa izquierda y derecha en tailandés. Tuvieron 10 y 12 hijos respectivamente. Murieron en 1874 con una diferencia de apenas tres horas. Y debido a que siempre estuvieron unidos por el pecho, a los siameses se les llama así por estos hermanos, que eran de Siam.
Deberás ser respetuoso con la monarquía, porque su ofensa está penada incluso con cárcel. Por ejemplo, si vais al cine, antes de la película sonará el himno de la monarquía junto a un vídeo del rey. Y debes levantarte de la silla.
Si vas a Tailandia, debes comer arroz, pues es el mayor exportador del mundo. Recuerda, ir a comer, en tailandés, se dice Kin Kao, que significa literalmente Comer Arroz.
Deja pasar lo malo
La tradición tuvo su origen en la provincia de Sukhothai, si bien actualmente se celebra en todo el país, siendo particularmente conocidos por su vistosidad los festivales organizados en Chiang Mai y Ayutthaya.
Los farolillos simbolizan nuestras preocupaciones, anhelos y deseos. Son de papel y se alimentan con una vela, que provoca que asciendan hasta el cielo nocturno, como diminutos globos aerostáticos. Cuando mucha gente deja ir su propio farolillo simultáneamente, el cielo se llena de estrellas ambarinas. Una miríada de símbolos de que nada es tan importante como para dejarlo quemar en tu interior.
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