Las banderas de oración son una de las imágenes más representativas de países como Tibet, Nepal y Buthan; una presencia constante que, desde lo más alto de las pagodas, los tejados y los árboles, parece estar celebrando una fiesta sin final, llenando el ambiente de alegría.
Y es que es difícil no sonreír ante la imagen de cientos de banderines de colores moviéndose al compás del viento. Su mera visión anima, y aún sin comprender su profunda espiritualidad, son capaces de transmitir buenas vibraciones que de alguna manera nos hacen percibir el mundo con mayor positividad y mucho más “colorido”. Pero, ¿cuál es el verdadero significado de estas banderas?
Las banderas de oración tienen su origen en el Bön, una de las tradiciones y creencias que existían (y todavía existen) en el Tibet antes de la llegada del budismo. Entre sus muchas prácticas, los seguidores del Bon colgaban banderines de color blanco, amarillo, rojo, azul y verde, en representación de los cinco elementos (agua, tierra, fuego, espacio y aire), creyendo que estos les protegían.
Cuando el budismo llegó al Tibet, adoptó las banderas del Bön e introdujo en ellas los mantras e iconografías que le eran propios. Del mismo modo, el hecho de colgar las banderas cambió ligeramente de propósito: se trataba ahora de situarlas en el punto más alto posible, donde fuesen rozadas por el viento, para que éste se purifique y lleve consigo las bendiciones y buenos deseos escritos en ellas. En su forma más tradicional un dibujo representando al “Caballo del Viento", simboliza la fortuna y la suerte, y es el encargado de hacer que estas plegarias lleguen a quien lo necesita.
Cuando debido al agua o al paso del tiempo las banderas se desgastan, son cambiadas por otras para iniciar un nuevo ciclo. Este cambio, que normalmente se realiza el día del Año Nuevo Tibetano (a finales de febrero), simboliza también otro de los grandes pilares del budismo, según el cual todo es perecedero, pero al mismo tiempo, todo nace de nuevo.
Imagen | Kirsten en Flickr En Diario del Viajero | El Palacio de Potala, Nepal: La estupa de Bodnath en Kathmandú