Un oasis localizado en mitad del árido desierto Dasht-e-Kavir, en el corazón de Irán y en mitad del trazado principal de la Ruta de la Seda, en su día la mayor ruta comercial entre China y Europa. Un oasis de casas de barro y palmeras, anclado aún en tiempos pasados, un lugar donde vivir una vida simple, durmiendo en casas tradicionales, comiendo alimentos locales y escapando como puedas de las temperaturas extremas.
La única fuente de agua del oasis, de la que depende la vida de los habitantes de Garmeh, es un pequeño manantial que nace en las colindantes montañas. Se encuentra dentro de una pequeña cueva al pie de la misma, y en el estanque que se forma allí mismo nadan una descomunal cantidad de peces. Desde allí se dirige a través de canales hasta los huertos de palmeras donde crecen los dátiles, uno de los elementos fundamentales de la dieta en el oasis.
Las calles del pueblo se extienden flanqueadas por edificios de barro en su mayoría derruidos, así como otros recientemente renovados. Se trata de un lugar arquitectónicamente espectacular, pues el interior de estas casas de barro conserva un estilo genuino y acogedor de características únicas. Todo estaba diseñado para soportar el calor del estío, desde los gruesos muros de barro que creaban efecto frigorífico, hasta habitaciones prácticamente enterradas bajo tierra buscando el frescor del subsuelo.
Otras actividades en la zona son visitar las dunas del desierto o el lago de sal cercano, de 1.800 kilómetros cuadrados, formado por vistosas costras de sal con forma de mosaico. La blancura de la sal se extiende hasta donde el horizonte se pierde, y caminar sobre la sal, que cruje y se resquebraja bajo tus pasos, te hace pensar que estuvieras en una película de ciencia ficción basada en otro planeta.
Así mismo, se puede pasear por el oasis y subir a la montaña que domina el poblado, obteniendo vistas del oasis en toda su longitud, de casi un kilómetro, y el pueblo y el desierto al fondo. Tanto el lago de sal como cualquier excursión a pueblos cercanos, las dunas, o hiking por el desierto, pueden ser concertadas en los hostales de Garmeh, que proporcionan vehículo y guía a precios razonables.
Otro punto a destacar es la alimentación. Es altamente recomendable apuntarse a cada comida servida en el hostal, que siempre es casera y tradicional, así como sana y variada. El día que yo llegué, se estaba llevando a cabo la matanza de un camello, lo cual soy consciente de que no es del agrado de mucha gente. El consumo de carne tanto de cabra como de camello es algo habitual y necesario en esta zona. Dátiles, arroz, pepino y tomate son otros de los elementos que se toman a diario.
Recomiendo el famoso hostal de Maziar, músico famoso en todo Irán por su habilidad tocando instrumentos tradicionales. Si tienes la suerte de coincidir con él en Garmeh, te deleitará por las noches con conciertos musicales usando dos jarrones. En serio, hace música con dos jarrones. Él fue quien se encargó de salvar Garmeh de su decadencia y convertirlo en un destino turístico de primera, y sus historias junto al fuego (en las noches de invierno) son tan interesantes como el desierto mismo.
No es sencillo desplazarse hasta Garmeh. Lo más fácil sería llegar hasta Khur en autobús desde Yazd, y desde allí buscar un taxi hasta Garmeh (aproximadamente cinco euros), aunque lo más sencillo es llamar a Maziar y que él lo envíe a recogerte. En mi caso llegué a Tabas y desde allí hice autostop, aunque es complicado pues el tráfico es escaso. El precio por una noche en una casa tradicional, desayuno incluido, es de 15 dólares para arriba, dependiendo de la habitación que se desee.
Fotos | Juan Alberto En Diario del Viajero | Irán: entre las ruinas de Persépolis