Como ya os habréis dado cuenta, dos de las cosas a las que más atención presto cuando viajo son la gastronomía y el estilo de vida del lugar que visito. Conjugando ambos, se entenderá que uno de mis aspectos favoritos del continente asiático sean los Food Courts: esas agrupaciones de restaurantes, a la orden del día en países como Malasia, Tailandia o Singapur.
En realidad, los Food Courts no son nada nuevo ni exótico: los encontramos en todos los aeropuertos y en muchos centros comerciales de nuestra propia ciudad. Al fin y al cabo, no son más que diferentes restaurantes (generalmente de comida rápida) que comparten espacio, sillas y mesas para uso de sus comensales.
No obstante, en países como Malasia, Singapur y Tailandia, los Food Courts adquieren una nueva dimensión. Pasan del uso ocasional a formar parte del día a día de sus habitantes, que en la mayoría de los casos comen, cenan, e incluso desayunan diariamente en estos grandes espacios compartidos.
A favor tienen muchas cosas: son baratos, y en un mismo lugar concentran una gran oferta gastronómica, que abarca desde diferentes especialidades de la cocina del país, a platos traídos de lugares más lejanos.
Por ejemplo, en Tailandia los Fourts Courts más populares se ubican en un patio o sala cubierta donde encontramos grandes buffets en los que es posible llenar el propio plato con diferentes tipos de arroz, verduras, pescados y carnes hasta niveles insospechados, a precios realmente bajos.
En Malasia, a la oferta se le añaden puestos de especialidades indias como las masala dosa, el nasi goreng típico de la tradición malaya e indonesia, e incluso algún pequeño puestecillo que anuncia auténtica comida birmana. Algo natural, por otra parte, en un país con un porcentaje tan alto de inmigrantes entre su población. Para quienes les cueste decidir la comida del día son un paraíso, ya que es posible crear menús combinados verdaderamente “internacionales”.
En Singapur se introduce una nueva variante, que es la de los Food Court en los centros comerciales. Para mi gusto, algo más “exquisitos”, ya que el mero hecho de encontrarse dentro de un espacio de estas características implica otros servicios (aire acondicionado, otras medidas higiénicas…) y sobre todo, otro precio. Un plato de arroz con pollo que en un food court callejero no cuesta más de un euro, en un centro de este estilo raramente baja de los 4SGD (2,20 euros al cambio de hoy). Cierto es que desde nuestro punto de vista esto no puede ser considerado “caro”, pero no deja de ser el doble de precio. Sinceramente, yo me sigo quedando con la opción callejera.
Y así podríamos seguir enumerando países, ya que en Asia cualquier esquina es buena para juntar un par de carritos de arroz y noodles, y unas pocas sillas para que todos los habitantes de la zona se reunan a comer, cenar, y pasar el día.
Como curiosidad, en Bolivia encontré algo muy parecido a un food court en el Mercado Lanza de La Paz. Difícil es dar con un lugar donde haya una concentración de restaurantes como en sus dos últimos pisos, pero en este caso, cada pequeño kiosco tiene su espacio con sus propias mesas y sillas, y resulta difícil hacer un menú combinado con los productos de varios locales distintos.
Yo, sin duda, me quedo con los Food Court que llenan las calles de Bangkok y Kuala Lumpur. Callejeros, desordenados, y con mucha vida. El lugar ideal para abrir bien los ojos y empaparse de la cultura popular asiática; un continente donde la vida se hace en la calle.
Imagen | Carmen
En Diario del Viajero | El mercado nocturno de Luang Prabang, Costumbres de Asia: masticando Paan