El viaje toca su fin mientras nos movemos en el tren. LLevamos ya más de 15 días de viaje visitando lugares remotos y otros no tantos de este extenso país. Esta vez son varias horas en el tren y decidimos viajar en primera. Esto supone tener un “compartimento” con unas literas y aire acondicionado. Los billetes que nos han dado son de su madre y de su padre, pero decidimos quedarnos juntos ocupando las cuatro literas.
Me quedo sola en el compartimento y aparece un chico joven que me pregunta de manera impertinente que cual es mi billete. Yo le respondo que a no ser que sea el revisor no tengo por qué enseñárselo. Me mira mal. Creo que no le ha gustado tener compañía y las europeas no le deben hacer mucha gracia. Claro está que hablamos en inglés, aunque cada uno con su acento y a su manera.
Se cambió de litera, me volvió a preguntar por mi billete, me negué a entregárselo, al final llegó uno de mis amigos Antonio, habló con él y solucionó el tema. Realmente hay personas muy agradables en la India, pero como en muchos países, ser mujer tiene sus inconvenientes. Antonio que es muy paciente y habla inglés mejor que yo, estuvo conversando con él para aclarar el tema de los billetes. Al rato nos estábamos fotografiando y charlando con otros dos muchachos al final del vagón.
Viajar por la India en tren es vivir el país desde una ventana, ves pasar los tremendos campos de cereales, los miles de pueblecitos que hay en los márgenes de las vías, casi entre pueblo y pueblo no hay espacio baldío. Las personas y los bueyes lo inundan todo, las vacas deambulan esqueléticas por todas partes y los monos, en según que ciudades, te roban las gafas de la cara, como le pasó a Antonio, que se llevó un buen susto.
Fue muy complicado recuperarlas, los niños ofrecían a los monos comida para que las cambiaran por las gafas (de ver, no de sol) y a base de paciencia y asustarlos un poco (no pueden por religión pegar a un animal, no vaya a ser un familiar reencarnado), consiguieron encontrarlas. Nos las devolvieron y claro, les dimos unas rupias, bueno a su padre.
No es conveniente dar dinero a los niños en ningún país, acaban acostumbrándose a pedir al turista y lo prefieren a ir al colegio o jugar. Claro que muchos trabajan. Aún así, lo mejor es darlo a un adulto que lo repartirá como crea conveniente. Se hace de noche en el tren, una de las mejores maneras de viajar al ser más económico y aprovechar el tiempo nocturno para llegar a otras ciudades, las distancias en la India son enormes. Los muchachos pasan por los pasillos ofreciendo Chai y algo de comer. La comida es picante, si vas a viajar en tren, llévatela ya comprada.
Asomarse a las puertas del tren es otro viaje. No hay ningún tipo de seguridad, van abiertas y cualquiera puede asomarse e incluso colgarse de la agarradera lateral. Los cuadros de alta tensión, cerrados por una puerta metálica tan solo indican de su peligrosidad con la típica calavera. Una serie de dibujos informan que, entre otras cosas, molestar a las mujeres se castigará con una sanción económica. Este aviso da que pensar.
Según pasa el tren se ven casas y personas que viven en medio de las vías, otros se suben al tren de estrangis, cosa que al resto del pasaje no le gusta y menos cuando llegan a las estaciones. Delhi se ve al fondo, inmensa, grande, bulliciosa y contaminada. Llegamos por la noche al hotel. Nos quedan casi 24 horas hasta que salga el avión. Nos vamos a dormir cansados y alucinados con todo lo que hemos visto. Y lo que aún nos queda por ver, Delhi esconde mil sorpresas.
Caminos de India
1. El Kumba Mela
2. De Haridwar a Rishikech
3. Rishikech y la meditación
4. Mathura
5. Barsana
6. Falen
7. De vuelta a Mathura
8. Agra
9. Jaipur
</p><p> </p><p>Imágenes | Alicia Sornosa y <a href="http://www.amulero.com/amulero2007/">Antonio Mulero</a></p>