Siempre es difícil comprender ciertos rituales cuando se los mira desde fuera, cuando no se es parte de esa cultura. Y es eso lo que le sucederá a muchos cuando conozcan al Tinku, un enfrentamiento ritual en el que los golpes son los protagonistas y que se lleva a cabo anualmente en Macha, departamento de Potosí, Bolivia.
Es que es allí donde cada 3 de mayo, se lleva a cabo esta ceremonia cuyo nombre, en quechua, significa encuentro, unión, equilibro, convergencia. Un encuentro de los pobladores “del lado de arriba” y los “del lado de abajo”.
Una festividad que comienza con el llamado de los miembros del pueblo, las danzas, la música y la procesión hacia el encuentro. Un encuentro entre bandos que llega a su punto cúlmine cuando comienzan los golpes.
Porque esta tradición, conservada y transmitida de generación en generación, es la de pelear uno contra uno, sin medir consecuencias. Hombres, mujeres, niños. Todo ello en un contexto en el que no faltan la chicha, los gritos de aliento y el desenfreno.
Existen diferentes explicaciones en cuanto al nacimiento de este ritual. Una de ellas cuenta que el peleador vencido deberá derramar su sangre a modo de ofrenda a la Madre Tierra o Pachamama, para que ésta se haga más fértil y las cosechas de ese año sean generosas.
Otros, sin embargo, dicen que el Tinku se remite a épocas en las que los pueblos debían defender sus tierras y así lo hacían, hombre contra hombre, golpe a golpe.
De todos modos la tradición continúa y es así que las autoridades buscan reglamentar esas peleas aunque, claro, es esa una difícil misión cuando de grandes grupos de gente alterada y muchas veces bajo los efectos del alcohol se trata.
Es por ello que, muchas veces, los encuentros se transforman en muerte y las luchas de un hombre contra otro se convierten en grupales y a los golpes con los puños y las piernas se les suman las piedras que llueven del cielo sin destino fijo.
Por tal motivo, ser testigo de ello, aunque sea como turista, es todo un riesgo y habrá que tomar los recaudos necesarios como para no sufrir consecuencias físicas. Habrá que resguardarse de las piedras y observar desde lejos porque cualquier gesto, mirada o palabra puede convertirse en una invitación a pelear. Aunque cuando digo invitación hablo de un golpe sin previo aviso.
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