Estados Unidos, a pesar de su proyección internacional, no deja de ser como la aldea gala de Asterix: trata de resistir numantinamente la influencia exterior (al menos parte de ella). Son muy suyos. Muchos norteamericanos no entienden por qué la gente vive fuera de Estados Unidos, porque en Estados Unidos está todo, y está lo mejor. Otros tantos ni siquiera saben dónde está España o Hungría.
Esto se extiende incluso al sistema métrico, que convierte Estados Unidos casi el único país del mundo que tiene este problema, sobre todo a la hora de cocinar.
El problema con Estados Unidos es que, junto a Liberia y Myanmar (o Birmania), es el único país del mundo que todavía no ha adoptado oficialmente francés. Lo que obliga a que muchos libros de cocina americanos todavía usen medidas como las tazas tradicionales. Y es que, cuando Estados Unidos mandó a un hombre a la Luna, aún se pensaba en pintas y buchels del Londres del siglo XVIII.
Para un estadounidense resulta extraño cuantificar los ingredientes en gramos. Prefieren usar la taza como medida universal. Una taza, con todo, podríamos traducirla como 236,59 ml (no debemos confundirla con la taza australiana, que son 250 ml; la inglesa, que a veces son 284 ml, o la canadiense, 227 ml). Es decir, un lío.
El origen de las tazas americanas
Dicha cocinera se llamaba Merritt Farmer, y fue autora del libro The Boston Cooking-School Cook Book (1896), el libro de recetas estadounidense más vendido a principios del siglo XX. A Farmer la apodaban “la madre de las medidas exactas”.
Pero esta insistencia de Farmer por llevar a su país hacia una nueva era de la exactitud en la cocina resultó infructuosa, porque no tenía en cuenta que no todos los ingredientes se pueden medir por tazas, porque no todos los ingredientes pesan lo mismo, y una taza nos dice algo sobre el volumen del ingrediente, pero no sobre su peso. Un báscula, con su correspondiente sistema métrico estándar, sería mucho más efectivo a la hora de calcular la cantidad de ingrediente que deseamos usar.
Como ejemplo, cojamos una receta del libro de Farmer para las judías verdes. En un fragmento indica “Marinar dos tazas de judías verdes frías con aderezo francés. Añadir una cucharadita de cebollino cortado muy fino”.
Estas instrucciones las encontraremos en prácticamente todos los libros de cocina estadounidenses, a pesar de lo obsoleto, cuando sería mucho más fácil decir exactamente la cantidad de gramos que se necesita de cada producto. Así lo denuncia la experta en historia de la gastronomía Bee Wilson en su libro La importancia del tenedor:
¿Alguien ha intentado alguna vez llenar una cucharadita de cebollino cortado muy fino y allanar la medida con un cuchillo? Pues que no lo haga, porque lo podrá todo perdido de cebollino. Tendría mucho más sentido limitarse a cortarlo sobre el plato; un poco más o menos no cambiaría nada.
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