Como os contaba en I, II y III, recorrí aproximadamente un tercio de la Ruta66 hasta Los Ángeles, con la idea de pasar al menos 48 horas en la que me habían habían referido como la ciudad menos recomendable de Estados Unidos. Una afirmación un poco categórica a la que debo otorgarle, tras lo visto, cierta credibilidad. Aunque no toda.
Al poco de llegar a Los Ángeles me entró complejo de Papa. Mi explico: sentí la irrefrenable necesidad de desplazarme por la ciudad a bordo de un Papamóvil: una suerte de vitrina antibalas con ruedas. Y, en cierto modo, es lo que hace la mayoría de los habitantes de esta gigantesca y tentacular ciudad. Y también es el estatus que ha adquirido el coche en este lugar. Algo casi clerical, divino, imprescindible.
En la mayoría de barrios de Los Ángeles, si no circulas en coche, tienes un problema: probablemente estás loco, o eres un homeless (o estás a un tris de serlo). Sobre todo en pleno agosto, que fue cuando yo fui, cuando el asfalto parece estar a punto de derretirse bajo tus pies.
Algunas tiendas, incluso, carecen de acceso peatonal en condiciones. Todo está diseñado para ir en coche. Cometí la temeridad de pasear un poco por los alrededores del hotel donde me hospedaba, el Hollywood Comfort Inn, en el 7051 de Sunset Boulevard, y en cinco minutos advertí que era una mala idea: un tipo extraño con gorro de paja nos seguía, el suelo estaba sucio y lleno de burujos de papeles, los conductores de los coches nos observaban con conmiseración…
Si lo que queréis es pasear, entonces olvidaos de gran parte de la ciudad. Aunque hay algunas zonas donde sí es agradable hacerlo, como Venice o Brentwood, donde incluso pudimos hacer la compra en un Whole Foods al que en ocasiones acuden estrellas como Jennifer Garner y su marido Ben Affleck, el resto es caca. O coche o muerte.
Una especie de Ramblas de Barcelona, atestada de turistas, vagabundos, orates y suciedad, tiendas cutres, souvenirs horteras y estrellas deslucidas. Nunca más quiero ver el Paseo de la Fama por otro medio que no sea a través de una película. Al llegar al hotel me tuve de duchar como si me hubiesen violado.
¿La calle más glamorosa del mundo? ¡Ja! A no ser que os guste el olor nauseabundo de la humedad y la falta de higiene, las panzas, la celulitis femoral, los eccemas, las queratosis, los gritos, la música psicodélica de las tiendas de souvenirs caros de precio y baratos de manufactura, las temperaturas uterinas, los continuos roces con viandantes abismados en las estrellas del suelo, los transplantes capilares fallidos, y, en general, un montón de gente que habría preferido no ver jamás en mi vida. Al menos, eso sí, el comienzo del Paseo de la Fama es más tranquilo, apenas hay turisteo, y puedes incluso tirar alguna foto sin esperar que escampe la muchedumbre… el resto, preparaos para concentraciones del tipo melé de Rugby.En la próxima entrega de este artículo os contaré, no obstante, algunos datos curiosos sobre el Paseo de la Fama que, a pesar de todo lo dicho, quizá os animen a visitar el lugar.
Fotos | Sergio Parra En Diario del Viajero | El Paseo de la Fama de Hollywood | Personajes (personajillos) en el Paseo de la Fama de Hollywood