Los Yamana la bautizaron como la “bahía que penetra hacia el oeste”. Ushuaia es la capital de la provincia Argentina que los españoles en 1520 llamaron “Tierra de los Fuegos” tras descubrir Magallanes el estrecho que hoy lleva su nombre.
Aquel descubrimiento daría un nuevo giro al comercio de las especias, telas y joyas con la región de las Malucas y complicaría la relación entre la corona española y la portuguesah. Con el descubrimiento de este paso hacia el océano Pacífico, se demostraba que era posible llegar a la zona de las islas Filipinas navegando de este a oeste.
Esta expedición ya sin Magallanes, debido a su trágica muerte en manos de unos indígenas, sería la primera en dar la vuelta al mundo. Nadie se atrevía a explorar esta región del planeta. Tanto es así que pasaron dos siglos hasta que por fin una expedición se adentró al sur de tierra de fuego.
Con respeto, como lo hicieran aquellos expedicionarios de antaño, hace algunos años crucé el estrecho cercano al cabo que los españoles denominaron de las Once Mil Vírgenes con vientos intensos del sur, sobre el esqueleto de un ferry. Se puede volar desde Buenos Aires directamente o considerar la opción, si disponemos de tiempo, de llegar por carretera en autobus (48 horas de viaje si lo hacemos desde la capital Argentina).
Los ventanales de las casas en Ushuaia miran hacia la bahía, parece que buscaran escapar de la presencia titánica de las montañas. La cordillera de los Andes comienza a crecer hacia el norte. Las miradas se pierden sobre un horizonte plomizo, donde las siluetas planas de los hirsutos riscos dejan entrever a lo lejos el canal de Beagle. Más allá al sur, los hielos oceánicos reinan a su antojo, ¿desolación?¿sensación de libertad?
Para muchos es considerada la ciudad más austral del mundo, aunque esta afirmación es cuestionada en favor de la localidad chilena de Puerto Williams. Aún así, este debate no debería pasar de anecdótico, pues sea como fuere nos encontramos en un lugar remoto único en el mundo.
Estando sobre una tierra tan extensa, uno siente la dualidad de ser empujado en Ushuaia hacia el mar, hacia el sur. La espalda de las casas está protegida o amenazada por los rotundos Andes. Es una pared natural que cierra el paso a los habitantes de tierra de fuego.
La única vía que parece libre es el mar. Un mar que se encuentra más allá de la latitud de los 50º sur, donde los vientos escupen su furia con más fuerza que en cualquier otro lugar de la tierra. Para muchos navegantes esta región es la puerta del infierno.
Las cumbres se reflejan sobre los charcos de la avenida principal. El sol en el camino a su descanso diario se enciende en las laderas nevadas cercanas al glaciar Marcial, tiñiéndose las nubes de tonos incandescentes y púrpuras.
Es un lugar ideal para pasar unos días en calma entre sus apacibles y hospitalarias gentes. Sin olvidar de realizar algunas excursiones como al Faro del fín del mundo o hacer caminatas por el bello paraje del parque nacional de tierra de fuego y la península de la Pataia. Los conejos y los pájaros carpinteros se ven por doquier mientras paseamos bordeando la laguna negra.
Imágenes | Víctor Alonso
En Diario del Viajero | Ushuaia: el fin del mundo desconocido
En Diario del Viajero | ¿ Dónde estamos ? ( VII )