La Beat Generation fue una colección de escritores apegada a los garitos de jazz decadentes, a las calles, a lo sórdido, al alcohol bebido a morro. Sus apóstoles, también pertenecientes a la contracultura de los años 1960, fueron Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William S. Burroughs, entre otros. Todos ellos eran personajes llenos de manías y rarezas, pero escribían de un modo que logró cambiar lo establecido, al menos en el ámbito de lo artístico.
Tal y como os explicaba en la anterior entrega de esta serie monográfica sobre California, me había quedado callejeando por el Chinatown de San Francisco. Justo una de esas callejas, Jack Kerouac Alley, homenajea a los escritores de la Beat Generation con poesía y murales en las paredes.
En el suelo también se han grabado frases lapidarias de los más destacados autores de dicha generación, como ésta del editor Ferlinghetti: “Poetry is the shadow cast by our streetlight imaginations”. También puede contemplarse un gran mural inspirado en Baudelaire.
Habida cuenta de mi trayectoria como escritor, en el que predominan obras que estéticamente podrían adscribirse a la generación Beat, no podía sentirme más en mi salsa.
City Lights Bookstore es una librería diferente, especial, atrapada en el tiempo. No en vano, en uno de sus escaparates podemos leer que City Lights es un centro comunitario para libros y librepensadores. Fundada en 1953 por el poeta Lawrence Ferlinghetti, City Books es una librería distribuida en tres plantas. En las paredes hay fotografías de Kerouac, Neal Cassady, Bob Dylan, Allen Ginsberg o Michael McClure.
Todos los volúmenes que allí encontraréis, pues, son rompedores en algún sentido, y por ello no faltan los actuales David Foster Wallace o Chuck Palahniuk. Pero los autores estrictamente Beat se alojan en el planta superior.
Fue justo allí donde encontré un cesto con libros de segunda mano, entre los que había uno traducido en español. Era Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones de Charles Bukowski, con el que me hice enseguida al módico precio de 5 dólares más tasas (precio final: 5.43).
Desde la ventana que quedaba justo a la altura de mi asiento, además, pude divisar una bandada de pájaros blancos agitando sus alas… no, en realidad son libos colgando abiertos de los cables eléctricos. Una estampa mágica que añadió un poco más de impostura al momento. Pero en fin…