El museo del Bardo, Cartago y la ciudad costera de Sidi Bu Said bien se pueden visitar en un mismo día. La buena comunicación de tranvías en la ciudad lo permiten y un café de vez en cuando en uno de las numerosas terrazas de la ciudad ayudan a que las piernas respondan como es debido.
Cartago es lo que uno llega a imaginar con su propia inventiva. Uno va uniendo metafóricamente las miles y miles de piedras que se amontonan por los suelos y va creando columnas, amfiteatros, un gigantesco puerto romano e incluso, si me apuran, las guerras púnicas al completo si es que la imaginación llega a semejante logro.
La realidad es un conjunto de ruinas dispersas de lo que fue el enclave más imporante del mediterráneo en su tiempo. Poco más.
A un par de paradas de metro, uno se desquita de la arenosa polvareda del recinto y se adentra en la bonita y turística ciudad de Sidi Bu Said. Una pequeña mezcla cordobesa (por el jazmín) y de la isla de Santorini (por sus casitas blancas de techo y ventanas azules). Se relajan las piernas en un espléndido atardecer en uno de sus terrazas con vistas al mar.
A la vuelta, cena y cama. No hay piernas para más. Además a las mujeres, aunque parezcan liberales, las "encierran" a eso de las siete, y ya sólo se ven hombres por los bares y las calles.
Más información | Oficina Nacional de Turismo de Túnez