El hombre ha podido recorrer todos los caminos de la mar, gracias a la presencia solidaria y necesaria de los faros. Desde el mítico Faro de Alejandria que guiara a los navegantes con su llama y lo convirtiera en una de las siete maravillas del mundo, la luz de un faro representa seguridad y refugio.
Será por ello, o porque nacimos junto al mar, la figura de un faro en algún punto de la costa, siempre ha ejercido un poder casi hipnótico para mí. Y me permitirán que hable en primera persona, porque no puedo dejar de mencionar al de Punta Mogotes en mi ciudad, Mar del Plata, Argentina.
Esas figuras ergidas sobre acantilados o salientes, siempre vigías y llevados a delante por generaciones de fareros amantes del mar, configuran muchas veces algunas de las mejores fotos de nuestros viajes. Y recuerdos de haber estado en esos lugares donde parece acabarse el mundo.
Veamos algunos ejemplos que nos permiten recorrer los 7 mares. Julio Verne se inspiró en el Faro de San Juan de Salvamento ubicado en la remota Isla de los Estados, en el extremo sur de Argentina, para escribir su obra:El Faro del Fin del Mundo. Por cierto, en la pelicula que se hiciera sobre ella, un fornido Kirk Douglas se paseaba por las costas de Cadaqués, España, como si estuviera en aquellas heladas latitudes casi antárticas. (!)
Por los años del 1880, la ruta sur para rodear América se cobraba las vidas de muchos de los que se enfrentaban a las fieras aguas del Pasaje de Drake. La luz de esta pequeña torre era la última señal de vida y refugio para aquellos aventureros.
La foto principal que ilustra este comentario, pertenece al Faro Les Eclaireurs ubicado en la zona del Canal de Beagle, frente a la ciudad argentina de Ushuaia.
Hoy las formas de viajar se han desarrollado. La tecnología en el mar asegura unas travesías mucho más seguras y comunicadas con tierra firme. Pero la luz de un faro sigue embrujándonos con su potencia y significado. ¿Quién se resiste a ella?
Vía Geocities