Hace unos días ya hablamos aquí de Gotemburgo (Göteborg, en sueco), la segunda ciudad de Suecia. Repasando los principales atractivos de la ciudad, se quedó en el tintero en Universeum, un museo de la ciencia con oceanario y una zona que recrea la selva tropical.
El Universeum presume de ser el mayor museo de la ciencia de toda Escandinavia. Se encuentra en Korsvägen, el principal cruce de caminos de la ciudad, próximo a otros sitios de interés como el parque de atracciones de Liseberg.
El museo ofrece un buen rato de entretenimiento para toda la familia. Además de contemplar a los animales, existen zonas de exhibiciones experimentales, donde poder interactuar con las fuerzas de la naturaleza.
El edificio se divide en seis secciones principales:
- Kaleido: una exhibición centrada en el cuerpo humano y el espacio donde podemos retar nuestra propia fuerza física.
- Explora: una zona experimental centrada en la investigación científica y la relación entre humanos y tecnología.
- Vattnes väg (literalmente, 'camino del agua') recrea el curso del agua desde las montañas hasta el mar en un hábitat típicamente sueco, mostrando decenas de especies autóctonas de peces, anfibios y reptiles.
- Akvariehallen, es decir, el Acuario, recrea los océanos. A lo largo de sus pasillos acristalados, los visitantes pueden observar todo tipo de animales marinos incluyendo tiburones y rayas.
- Regnskogen ('Selva tropical') es una magnífica recreación de las selvas amazónicas. Desde el momento en que se entra en este hábitat de varios pisos se puede sentir un calor y humedad que contrastan con las frescas temperaturas habituales en Suecia.
Además de estas cinco exhibiciones permanentes, existe una zona de exhibiciones temporales.
Gotemburgo siempre ha sido una ciudad asociada a la ciencia y la tecnología. Además de ser la sede de Volvo, también lo es de la primera universidad técnica del país, Chalmers. Por lo tanto el Universeum encaja perfectamente en este contexto.
Un último apunte antes de terminar el post: según las palabras del director del museo (con quien tuvimos la oportunidad de hablar), los carteles que prohíben expresamente acariciar a los monos fueron colocados después de que algún turista imprudente se llevase un mordisco.
En definitiva, se trata de un destino original para aquellos a los que les agobien los calores y masificaciones de las playas españolas. Eso sí, sin olvidarse el chubasquero. Aunque sea a mediadios de julio.
Imágenes | Ignacio Munguía