Cubriendo una superficie de 23.000 hectáreas dentro de la Bahía Dorada, el Parque Nacional de Abel Tasman es una de las visitas estrella de la Isla Sur de Nueva Zelanda.
Se trata de una reserva natural de frondoso bosque junto a unas playas paradisíacas que resultan toda una tentación al tiempo que una gran frustración, pues el agua no está todo lo caliente que pudiera desearse. No obstante, la visita merece la pena sólo por disfrutar de ese pedazo del paraíso en la tierra donde ni el asfalto ni el cemento han llegado a hacer de las suyas. A Abel Tasman únicamente se puede acceder a pie y en barco, y eso lo convierte en un lugar realmente especial.
Conviene saber que el Parque es tan grande que un sólo día no es suficiente para disfrutarlo. El Great Walk que lo recorre de extremo a extremo puede hacerse en tres días, pero si de verdad se quiere sacar provecho a la visita necesitaremos por lo menos cuatro o cinco jornadas completas para, además de caminar, poder tumbarnos unas horas en sus playas desiertas.
Llegar a Abel Tasman es muy sencillo desde Motueka, en cuyo i-Site (Centro de Información) nos ayudarán a comprar el autobús hasta la entrada del Parque, el AquaTaxi y las cabañas o permisos de acampada. También nos darán algunos consejos básicos, como que nos aseguremos de llevar toda la comida y bebida que vayamos a necesitar, ya que en Abel Tasman no hay ninguna tienda, ¡ni siquiera papeleras! De modo que tendremos que cargar con nuestros desperdicios hasta que salgamos de allí.
Además del trekking, dos actividades muy populares en Abel Tasmen son el alquiler de kayaks y los baños con focas. Si nos interesa debemos gestionarlo antes de entrar, ya que una vez en el Parque sólo estaremos nosotros y la naturaleza.
En un país de una belleza natural tan asombrosa resulta muy difícil hacer una selección de qué lugares ver, pero sin duda el Parque Nacional de Abel Tasman es uno de ellos. ¡No os lo perdáis cuando viajéis a Nueva Zelanda!
Foto | J Brew
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