Septiembre es un mes en el que muchos disfrutan de sus vacaciones, mientras que otros trabajan con la mente puesta en una escapada. Y no hay mejor lugar para lograr ambos propósitos que un parque natural: rodearse de naturaleza y escapar del bullicio urbano es justo lo que se necesita para recargar energías antes de finalizar el año.
Tal vez por eso, además de su impresionante belleza, National Geographic ha elegido a Bárcena Mayor, localidad que fue declarada conjunto histórico-artístico en 1980, como el destino perfecto para visitar en este mes.
Este pueblo, escondido en las entrañas del Parque Natural Saja-Besaya y rodeado de bosques ancestrales, que a menudo escapa del radar de los turistas, es un verdadero tesoro para aquellos que buscan sumergirse en la naturaleza y la historia de Cantabria.
Un refugio natural en el Parque Saja-Besaya
Llegar a Bárcena Mayor es como viajar en el tiempo. Este pueblo, considerado uno de los más antiguos de Cantabria, ha preservado su arquitectura tradicional montañesa con esmero, resistiéndose a la modernidad que ha transformado tantos otros rincones de España.
Sus casas de piedra, tejados a dos aguas y balcones de madera tallada, un diseño ideal para soportar la dureza del clima pasiego, se alinean a lo largo de calles empedradas que serpentean entre las montañas. Es fácil imaginarse a los antiguos habitantes de la región caminando por estas mismas calles hace siglos, en un ambiente que apenas ha cambiado.
El encontrarse tan aislado de otras localidades ha jugado un papel crucial en la conservación de su autenticidad. Durante siglos, este pueblo permaneció prácticamente inaccesible, protegido por las barreras naturales de los montes circundantes y por el denso bosque que lo rodea. Hoy, aunque las carreteras han mejorado, sigue siendo un lugar alejado del bullicio, lo que contribuye a su atmósfera de tranquilidad.
Qué hacer en Bárcena Mayor
Sin duda el mejor plan en Bárcena Mayor es dejarse llevar por sus preciosas calles empedradas, ya que es pequeño, se recorre fácilmente y destila encanto por todos sus costados. Sus casas de arquitectura uniforme, los balcones llenos de flores y las huellas de la vida en la montaña ofrece un entorno perfecto para conectar con la esencia auténtica del pueblo.
En su casco histórico se puede visitar la Iglesia de Santa María, un templo del siglo XVII de estilo barroco montañés erigida en uno de los momentos más prósperos del pueblo. Otro imprescindible es cruzar el puente de piedra que cruza el río Argoza, que fue reconstruido en el siglo XIX tras una riada y que ofrece una de las estampas más bonitas, con el pueblo de fondo y la naturaleza rodeándolo.
Por supuesto el encontrase en el corazón del Parque Natural Saja-Besaya, un vasto territorio de 24,500 hectáreas, ofrece un sinfín de oportunidades para los amantes de la naturaleza. Los bosques de robles y hayas, habitados por especies como el ciervo, el lobo ibérico y el oso pardo, son ideales para el senderismo, con rutas entre las que destaca la que lleva a la Reserva Natural de Saja, donde es posible encontrar algunos de los rincones más salvajes y menos transitados del parque. También es un entorno perfecto para la observación de aves, la fotografía de paisajes y por supuesto para huir del calor del verano, ya que el río Argoza también posee algunas piscinas naturales, siendo la zona de Braña Castrillo una de las más conocidas.