¿Tenéis pensado un viaje a Grecia? Desde aquí os voy a proponer una forma radicalmente diferente de recorrer el país, siguiendo los pasos literarios, históricos y hasta épicos de la época más gloriosa de esta cultura.
¿Os acordáis de aquella escena de las atalayas en Las dos torres, la segunda parte de la película de El señor de los anillos? En la escena, se debe enviar un mensaje a gran distancia, una llamada de alerta, mediante una serie de atalayas instaladas en las cumbres de varias montañas y altiplanos en las que podía prenderse un puñado de ramas secas para formar una hoguera.
La hoguera era lo suficientemente refulgente como para ser vista por la siguiente atalaya, situada a varios kilómetros de la primera, para así también encender su fuego, que sería la señal para que la siguiente atalaya también lo hiciera, y así sucesivamente. De esta forma, la señal viajarían cientos de kilómetros es pocos minutos.
En el mundo real, por sorprendente que parezca, se han ideado sistemas muy parecidos antes de la llegada del smartphone con el que quizá estáis leyendo este artículo.Ya en el siglo XII a.C. se usó este sistema que era mucho más rápido que cualquier otro medio de transporte, incluidos los caballos más veloces que recorrían buenas redes viarias provistas de postas y apeaderos. Tal y como escribió Suetonio en el siglo I a propósito de lo lentos que eran los mensajes que enviaba el propio Julio César: “llegó muchas veces a su destino antes de que lo hicieran los mensajeros enviados a anunciar su venida”.
En la Guerra de Troya, ya podemos contemplar cómo los griegos usaron fuegos a modos de faros: según la versión que ofrece Esquilo, Clitemnestra recibió la noticia de la caída de Troya, situada a más de 600 km de Micenas, la misma noche en que se produjo. Toda una hazaña en una época en que no existía nada más rápido que un caballo o alguien con la misma tenacidad que Forrest Gump.
Si estáis de visita por Grecia, quizá os apetezca hacer una ruta por los fuegos que se usaron para anunciar la caída de Troya, toda una lección de historia y literatura que podréis leer con vuestros pies. La ruta la especifica James Gleick en su libro La información:Esquilo hace que Clitemnestra siga hablando varios minutos y especificando todos los detalles de la ruta: los brillantes destellos partieron del monte Ida, recorrieron la costa septentrional del Egeo hasta la isla de Lemnos; desde allí pasaron al monte Athos en Macedonia; y luego prosiguieron hacia el sur por lagos y llanuras hasta Macisto. La señal llegó a los centinelas del Mesapio, que “la vieron desde las corrientes del Euripo. Estos encendieron, a su vez, otra hoguera, para que la señal siguiera su camino, prendiéndole fuego a un montón de brezo ya seco”. La vigorosa llama llegó así al Citerón, al Agiplanto y al puesto de observación más próximo de la ciudad, el Aracneo.
Sin duda, llevar a cabo esta ruta a pie sin duda te haría sentir como un integrante de la Comunidad del Anillo, pero mucho más realista. Aunque Esquilo escriba ficción, hay mucha veracidad histórica en sus palabras. El historiador alemán Richard Hennig, por ejemplo, rastreó la ruta completa y la midió en 1908, confirmando que una cadena de hogueras semejante era perfectamente plausible.
Sea como fuere, seguir el rastro del fuego griego será una manera diferente de conocer los rincones de un país. Eso sí, os recomiendo ir provistos de un buen smartphone y dejar las hogueras en casa. Por si acaso.
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