Ocurre en todas partes. Si eres turista y no hablas la lengua autóctona te va a tocar pagar más. Es así desde los tiempos de la ruta de la seda o el día en que un homo erectus le cambió un par de huesos de buitre por un colmillo de mamut a un "guiri" que venía a comerciar por la zona.
Un día, fumándome un cigarrillo en la entrada del aeropuerto de Girona vi a un taxista pedir 150 euros para llevar a una familia hasta Lloret. Me quedé de piedra. Apenas un par de salidas de autopista y el señorito les pedía 150 euros. Regatearon pero al final el precio acabó rondando los 75 euros. Estuve a punto de saltar y sugerirles que yo los llevaba por 50. Desfortunadamente, mi vuelo salía en apenas una hora y no tenía tiempo de hacer el taxista por un rato.
Hay millones de ejemplo; en casa y fuera de casa. Los mejores en esto son los vietnamitas. Cada vez que me tocaba comprar una botella de agua tenía que celebrar la misma lucha diaria. Te piden para todo una burrada de dólares para finalmente acabar pagando los dongs de siempre.
Está foto la hemos encontrado en Argentina's Travel Guide y define muy bien ese impuesto que debe pagar el turista que desconoce las costumbres del país que visita. Verdaderamente el autor del cartel se quedó a gusto y, ni corto ni perezoso, incrementa el precio a todos aquellos que no hablen la lengua del país. Quien pagué los 5 dólares sin rechistar es para incluso pedirle seis o siete... La verdad es que me quito el sombrero ante el desparpajo de este argentino.
Imagen | Argentina's Travel Guide