San Petersburgo: ciudad de canales, ríos e islas, que unidas por más de 340 puentes han otorgado a la antigua capital del imperio ruso el título de “la Venecia del norte”.
Y es que la historia de San Petersburgo está sólidamente unida a la de sus puentes, los cuales no sólo tienen una importancia fundamental en la estructura y trazado urbano de la ciudad, sino que además conforman una parte significativa del patrimonio histórico-artístico de la misma. En San Petersburgo, los puentes se han convertido en una atracción más para visitar y fotografiar.
Los hay para todos los gustos: puentes pequeños y elegantemente decorados, puentes grandes y levadizos, que cruzan el río Neva y se levantan todas las noches a determinadas horas para dejar pasar a los barcos… E incluso alguno con sus mitos y leyendas, como aquel al que se ha dado por nombre “Puente de los Besos”, y del que se dice que era lugar de encuentro de enamorados secretos, así como de marineros y presos que acudían allí para despedirse de sus familias.
Aunque son muchos, y hacer una selección resulta muy difícil, he aquí algunos de los puentes que no debemos perdernos en nuestra vista a la ciudad:
Puente Pikalov: Considerado por muchos el puente más bonito y romántico de San Petersburgo. Desde él puede contemplarse una privilegiada vista de la Catedral de San Nicolás, además de otros siete puentes que se pierden en la distancia.
Puente del Banco: Es el más estrecho de la ciudad, y también uno de los más bonitos. De las bocas de cuatro grifos de alas doradas salen cables que sostienen su estructura.
Puente Anichkov: Flanqueado por cuatro imponentes estatuas de un hombre domando a un caballo, que simbolizan la lucha del hombre con la naturaleza. La historia cuenta que las primeras estatuas designadas para este puente fueron regaladas por el zar al rey de Prusia, y no fue hasta 1851 (diez años después de su construcción) cuando las cuatro estatuas de bronce definitivas fueron puestas en su lugar correspondiente.
Puente del Canto: Situado junto a la plaza del Palacio de Invierno, recibe este curioso nombre porque uno de sus extremos sale directamente de la puerta del Coro. Su elaborada reja de hierro fundido compite en protagonismo con la hermosa y romántica vista que desde él puede contemplarse.
Puente de Pantaleón: Se encuentra en la confluencia de los ríos Moyka y Fontanka. Fue el primer puente de cadenas de Rusia, y su mayor atractivo son las cuatro farolas que lo adornan, con el escudo de armas y cuatro águilas bicéfalas posadas sobre coronas de laurel.
Puentes de colores: En primer lugar, el Puente Azul une el palacio Mariinsky con el monumento ecuestre de Nicolás I y es, además, el puente más ancho de la ciudad. Tras éste, y también a lo largo del río Moika: el Puente Rojo, el Puente Verde, el Puente Amarillo… pintados así porque, al ser muy parecidos, necesitaban una manera de distinguirlos.
Me dejo muchos en el tintero, pero si quisiera describir los 340 puentes, ¡no terminaría nunca! Yo creo lo mejor que podemos hacer, ahora que poco a poco dejamos atrás el invierno y las temperaturas serán más favorables, es preparar un viaje a San Petersburgo para verlos con nuestros propios ojos y seleccionar nuestros favoritos. ¿Os animáis?
Foto | Adam Jones en Flickr En Diario del Viajero | Nevsky Prospekt: la mayor calle de Rusia, Las noches blancas de San Petersburgo