En el año 293 de nuestra era, el Emperador Dioclesiano mandó a construir un palacio en un lugar solitario de la costa de Croacia para disfrutar de sus últimos días allí una vez que abdicara, a principios del siglo IV. No se imaginaba entonces que su palacio sería luego el punto de arranque para el surgimiento de una ciudad, Split.
Ahora constituye el corazón de esta ciudad dálmata y llama la atención su buen estado de conservación. El hecho de que hoy todavía se mantenga en pie, y en buenas condiciones, se debe a que, hacia el siglo VII, los habitantes de la vecina Salona se refugiaron en el interior de sus murallas en su huída de los pueblos bárbaros que los invadían. Y, en vez de destruirlo, le supieron dar uso a este palacio romano, adaptándolo a sus necesidades y convirtiendo el mausoleo del Emperador en la Catedral de la ciudad.
Mientras tanto, la población fue creciendo (hasta llegar a los más de 200.000 habitantes actuales) y construyendo nuevos edificios a sus alrededores. Es por eso que junto a la fortaleza podemos ver hoy los edificios y monumentos más importantes de Split. Todo su conjunto histórico, incluido el palacio, fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1979.
Actualmente, está la posibilidad de tomarse un café, por ejemplo, en un patio del palacio, ya que los antiguos patios de la residencia del Emperador son ahora animadas plazas donde se concentra la vida turística de la ciudad. O, si váis a las oficinas municipales estaréis justamente en el vestíbulo que conducía a las habitaciones de Diocleciano.
Aunque de momento sólo lo haya visto en fotos, me impresiona bastante la idea de poder sentarme un rato en las escaleras del peristilo, o perderme por unas calles que guardan siglos y siglos de historia, todo perfectamente integrado en el medio de una ciudad.
Fotos | Flickr de Sebastià Giralt En Diario del Viajero | Visitar Zagreb, la capital de Croacia En Diario del Viajero | Croacia: breve introducción al destino En Diario del Viajero | Videos promocionales: Croacia